No habrá salida, real, mientras no se rompan las cadenas del “no es no”. El torticero empeño en ganar los votos precisos para hacerle presidente está rompiendo la convivencia entre los españoles. Un pan como unas tortas, ahí está el éxito de los que dicen tener la fórmula para pacificar Cataluña: destrozarla en el conjunto de la Nación.
Nada serio puede salir de cualquier acuerdo basado en el apoyo de minorías que en su conjunto no superan una quinta parte de la sociedad. Eso es lo que representan los lacayos que Sánchez trata de uncir a su carromato. Pescar una exigua mayoría cuando tiene a su alcance la posibilidad de sumar otra reforzada, protagonizada por los dos grandes partidos es insensato.
La única vía para arreglar el desaguisado es retomar el gran acuerdo que resolvió cuantos problemas se han cruzado en el camino recorrido durante el último medio siglo; desde los pactos de la Moncloa, la factura de la Constitución, la adhesión a la Unión Europea o hasta la aplicación del 155 para cortar una sedición. Todo ello se hizo por la inmensa mayoría de una sociedad y unos dirigentes capaces de mirar más allá de pequeños intereses y con larga vista.
¿Un imposible hoy? No diría que no dada la genética dominante entre los protagonistas del sarao. Pero mientras no se asiente una nueva versión del bipartidismo, años dorados de aquella incipiente democracia, el país irá de bandazo en bandazo como navío con el timón averiado a merced de la corriente.
Este no es tiempo de arbitristas ni de necios incapaces de ver la luna más allá del dedo con que pretenden señalarla. Es la hora de dirigencias coordinadas para contener y reparar los daños incurridos. En una y otra orilla, porque lo que importa es salvaguardar el río que nos lleva.
Los españoles estamos perdiendo un tiempo que no tenemos. Un tiempo para cambiar lo que sea menester, un tiempo para recuperar la confianza que hoy vive horas bajas, un tiempo para darnos la mano, para la solidaridad, para la concordia en riesgo por aventuras de unos, perradas de otros y muchas torpezas del común.
A pensar, a hablar, a dialogar, a concordar. Si no, no habrá salida.