O cretinos, que tanto montan los tres epítetos para calificar a los actores del atentado contra el español. El número de los pinganillos en el Congreso va más allá de la amnistía, el referéndum y demás zarandajas sobre las que perdemos el tiempo como conejos debatiendo sobre galgos o podencos. El espectáculo presidido por una tal Armengol, es la como la divina comedia del sanchismo.
Es el no va más, como la torre de Pisa, un soneto de Shakespeare, la sonrisa de la Mona Lisa o una noche de verano en España, que escribió Cole Porter en You´re the top.
Sólo en circunstancias como las que la Nación está atravesando es dado ver a la tercera autoridad del Estado cachondearse de una Ley, el Reglamento de la Cámara de Diputados lo es, para beneficio exclusivo de los dinamiteros de nuestra convivencia.
Se abrieron los canales que traducían lo que dijeran los representantes de un cinco por ciento de los allí presentes a una única lengua. Del vascuence al español, del catalán al español, del gallego… todos a la lengua común en que todos se entienden en los pasillos.
Eso sí, el castellano o español no se traducía, llegaba sin intermediarios a las entendederas de bilduetarras, peneuvistas, golpistas catalanes o gallegos. ¿Cabe algo más ridículo, inútil quizás?
Baldío, si no contraproducente, ha de ser para legislar, pactar o controlar al Gobierno. Y para ridículo no hay más que ver el hecho por el pobre Albares en Bruselas tratando de hacer lo propio en el Parlamento de la UE. Allí tienen más estrechas las tragaderas y controlados a proveedores, amigos y parientes. ¡Ay, doña Francina!
Pues para esos menesteres sirve la mayoría Frankenstein que Sánchez promete buscar de entre las piedras, mintiendo como es de ley; de su ley, vamos. Porque ya tiene macizado el caladero en que chapotean las minorías que le completan su presunta mayoría para seguir dictando decretos-leyes desde La Moncloa. Y entre el centenar y cuarto que vivaquea bajo las siglas PSOE, quién se atreverá a saltarse el mandato imperativo de su caudillo, por mucho que la Constitución lo tenga expresamente prohibido (art. 67,2). Fuera hace mucho frío, ¿verdad García-Page?
Los diputados castellano manchegos multiplican por tres los del forajido catalán.