Cuando todo parece que ya no caben más dislates en la actualidad de la vida política del país, surge el “más difícil todavía”, aquella llamada con que los jefes de pista anunciaban la llegada del triple salto mortal. Estaba el circo nacional ya bastante caldeado tras el espectáculo de convertir el Congreso en el patio de monipodio protagonizado por un diputado canario, Tito Berni para putas y amigos, cuando el mismísimo Gobierno arremete contra una sociedad anónima que se atreve a buscar un lugar más conveniente y seguro para ejercer su trabajo.
La de Dios; como en tromba, el sanchismo se lanza contra quienes se atreven a ejercer su libertad conculcando el principio básico de toda sociedad libre: la seguridad jurídica.
Son tan lerdos que los insultos propios de tuercebotas con que pretenden sacudirse su responsabilidad provocan el efecto contrario, y dan la razón a los administradores de la multinacional española que han proyectado trasladar su sede social a los Países Bajos.
Parece mentira, le deben todo a España, dice el coro de papagayos como si no cumplieran sus compromisos, tanto los fiscales como los derivados de las licitaciones a las que se hayan presentado. ¿O acaso amañó la administración los concursos a los que se presentaba la especialista en infraestructuras?
No son patriotas, se aprovechan de los ERTE, y ahora se van, se queja esa populista desmelenada, líder de nadie sabe qué, pero que no deja pasar ocasión para demostrar el vacío que rebosa sus juicios. Como si los ERTE hubieran beneficiado a las empresas obligándolas a sujetar trabajadores, los agraciados para no ir al paro.
Pero es que hasta el caudillo del engendro frankenstein que barrena la convivencia de nuestra sociedad se atreve a tirar la piedra de las ventajas fiscales. Sánchez Pérez-Castejón, apto cum laude en su doctorado en Economía por la Universidad CJC y próximo presidente pro tempore del Consejo de la UE, ignora que los Países Bajos no son un paraíso fiscal. Y si no, miente como es habitual.
La patada al tablero que ha propiciado el presidente de Ferrovial ha puesto en negro sobre blanco las inclemencias que sufren los emprendedores españoles, y más cuanto más brillante es su trabajo. Lo de ser señalados poco menos que como golpistas, mafiosos cobijados bajo el humo de sus habanos y demás lindezas son, para ellos, cuestiones menores. Lo que les importa son los costes de su financiación para seguir generando recursos, empleos y beneficio, y las oportunidades de negocio.
La señora Calviño, vicepresidenta hasta ahora tenida por enterada y prudente, sabe que desde un país calificado de Triple A, y acreditada filosofía pro-empresa, todo ello es más fácil. Como no desconoce que desde allí se llega antes y mejor a Wall Street, el mercado bursátil del país en que más negocio tiene la multinacional que preside Rafael del Pino. ¿A quién pretende engatusar con lo de “falta de compromiso de una empresa que tanto le debe a España”?
Este caso puede ser la punta de un tremendo iceberg porque son muchas las grandes empresas nacidas aquí que viven de su trabajo fuera de nuestras viejas fronteras; la primera, la que vio la luz hace más de siglo y medio en mi tierra montañesa. O cántabra, vaya.