¿Sobre qué discuten nuestros representantes? ¿Realmente representan nuestros intereses, nuestras opiniones, nuestras aspiraciones? ¿De qué van los debates que marcan los días de la política nacional?
El doctor cum laude quiso acelerar a finales del pasado año las cuestiones que podrían amargarle los comicios locales, auténtico aperitivo del año electoral, pero la ínfima calidad de su factoría gubernamental le está pasando cuenta. Los proyectos atraviesan las cámaras del llamado poder legislativo tramitados como trágalas, procedimiento éste que no tragan los túneles cántabros ante los trenes proyectados por dos sociedades colonizadas por el sanchismo dominante; sí, como Correos.
La agenda legislativa de la coalición sanchocomunista está generando un ventisquero que hace temblar los suelos de la coalición gobernante, alerta a los socios parlamentarios y, sobre todo, agosta derechos básicos de nuestra sociedad, en perjuicio de sus principios.
Pocas cosas más absurdas que la polémica en torno a la ley del sí es sí, por tomar un ejemplo. Podríamos fijarnos en muchas otras, como la de educación, la protección de animales, la de universidades, y así un largo etcétera hasta dar con la estupidez de Iceta y su bono estudiantil sin toros. Todas ellas, como la del consentimiento, son cuestiones ya tratadas que saldrán malparadas de la agenda gubernamental.
En el asunto del sí es sí, más allá de la contabilidad de los excarcelados o los agraciados por la promulgación de una ley que beneficia al sancionado, la cuestión es saber por qué sus autores han permitido que así suceda. Y sólo caben dos hipótesis: lo ignoraban, o pretendían que así fuera. Elijan ustedes. Inepcia, o revolución.
La primera habla de la incapacidad de sus autores; la segunda, de algo más transcendente que casa con otras disposiciones recientes, como la excarcelación de los golpistas catalanes y las rebajas de las penas de delitos varios. ¿Vamos a un sistema penal de “todos a la calle”?
Cuáles son las discrepancias reales entre neocomunistas y sanchistas en el fondo de este caso importa más que las estupideces en que unas y otros se revuelcan. Porque ahí hay un tema de seguridad jurídica, entre otros principios.
Y hablando de decencia, la mayoría impuesta por el sanchismo en Tribunal Constitucional ha alumbrado una nueva ley de hierro: “aquí no se inhibe ni Dios”.
Venía rodado el hecho de que la presidencia de Conde Pumpido podría traer este tipo de novedades; almas cándidas abrigaban la esperanza de que el tribunal de garantías no rindiera culto al uso alternativo del derecho. Vana ilusión. La demolición del sistema social en que vivimos avanza con paso firme hasta… hasta que la sensatez y la cordura dejen de ser lapidadas.
Al cabo de diez años el rechazo al recurso sobre la ley del aborto no es relevante ya. En cosa de semanas va a ser atropellada por las feministras a punto de caer en el vacío. Lo que viene es el establecimiento del “derecho a la interrupción del embarazo”, frente al “derecho a la maternidad libremente elegida” que ahora consta en la ley vigente. La ingeniería social no para, y lo que era tratado como un mal menor se transforma en todo un beneficio que se otorga al ser humano, que eso es un derecho.
Como el que los ciudadanos tenemos a que los jueces, además de independientes han de parecerlo. Decencia, por favor, un poco de decencia.