Sánchez atenta contra la Nación al borrar del CP el delito de sedición, una de las barreras que defienden la integridad jurídica, territorial y constitucional del Estado. Y lo hace alevosamente, faltando a la lealtad debida al procedimiento normado para legislar.
El presidente del Gobierno escamotea los controles establecidos para tramitar los proyectos de Ley, el tránsito del Ejecutivo al Legislativo, con la ficción de presentar una proposición de Ley nacida dentro de la propia Cámara a instancia de dos grupos parlamentarios: los que integran su gobierno, precisamente.
¿Cómo calificar al que actúa a traición? Además de la respuesta obvia, el personaje es un insensato, dispuesto a sacrificar en las próximas elecciones locales al partido que le mantiene. La entrega a los golpistas catalanes, condenados por el TS como tales a rigurosas penas aliviadas por la intervención gubernamental, no parece que vaya a ser aplaudida en la mayoría de la nación.
Regiones, pueblos y capitales, desde Andalucía a Cantabria, Socuéllamos y San Benito, Madrid, Las Palmas o Sevilla, pueden pagar caro el interés personal del felón por asegurarse apoyos espurios hasta el final de su presidencia.
Las palabras con que el llamado president del gobierno regional catalán, un tal Aragonés, ha recibido el propósito sanchista constituyen la prueba del nueve más eficaz para juzgar la hazaña. El títere de Junqueras afirmó que la eliminación de la sedición es fruto del acuerdo entre la Generalitat y el Gobierno español. Eso, de tú a tú, al pan pa, y al vino vi. Pero añade que faltan más pasos, la amnistía y el referéndum.
Y todos mienten, uno y otro, cuando dicen que en Europa no existe tal delito. Pero ¿qué más da si uno y otro, y algunos más, tienen trabada una mayoría de intereses que asfixia la de los ciudadanos, como revela la opinión pública?
El desatino de estos sin vergüenza llega al extremo de pedir la disposición de espacios en los medios de comunicación porque lo que destacan “no tiene nada que ver con lo que se ha adoptado en el Consejo de ministros”. La portavoz del gobierno sanchista, Rodríguez por cierto, quiere una información que se aproxime a “un interés no sesgado previamente”.
Lejos queda aquel fundador de la democracia norteamericana que dijo preferir periódicos sin gobierno a un gobierno sin periódicos. Era Jefferson.
Pobre democracia nuestra la de hoy, ¡cuántas imbecilidades se cometen en tu nombre! Pero nada hay que extrañar cuando el propio equilibrio entre los tres poderes del Estado se ve roto por el asalto del Ejecutivo al Legislativo y al Judicial.