Con Antonio, como Draghi bautizó a Sánchez, nunca se sabe. Cuando habla de dos países para referirse a España y a Euskadi ¿lo hace en serio? Es decir, ¿realmente dice lo que piensa o es que no piensa lo que dice? Ciertamente, si tenemos en cuenta que califica de bilaterales sus encuentros con los sucesores de aquel Pujol que han presidido la comunidad autónoma catalana, es para temerse lo peor.
“Son dos países libres, que viven en paz”, sentenció Antonio leyendo el papel que llevó escrito al homenaje al concejal popular que hace veinticinco años asesinó la banda que blanquean hoy los bilduetarras que le sostienen en la Moncloa.
Este personaje es capaz de creer que la paz es fruto de su acatamiento a los dictados de los Otegui y otros; de no ser así no se comprende tal cúmulo de entregas. O sí; lo que es peor porque denunciaría una traición a los principios y valores constitucionales que prometió defender. Con Antonio nunca se sabe, pero cada paso que da alienta los peores augurios.
El personal lo está calando. Esta mañana jugué golf con Paco, hombre maduro, durante toda la democracia votante al partido socialista hasta su ocupación por el sanchismo. Mes a mes la encuestas lo vienen adelantando en toda España. Y es que, como en otros tiempos se decía, algo tiene el agua cuando la bendicen
Que el presidente con menos escaños propios de la democracia aguante los empellones de la manada desertora, curiosa expresión utilizada por Boris Johnson para deslegitimar a los críticos de su propio partido, es debido tanto a su complejo napoleónico o putinesco, como a las muletas con que los antisistema le permiten proseguir por ver si consiguen destruir el templo constitucional. “Nos conviene este presidente”, han dicho.
Si fuera consciente del papel que está jugando, y patriota naturalmente, Antonio se quitaría de en medio, abriendo los comicios que está reclamando esta crisis, multicrisis mejor. Pero decisiones de esta naturaleza sólo están al alcance de muy pocos.
Hace más de cincuenta años, en mayo del 68 concretamente, el diario Madrid publicó un artículo señero titulado “Retirarse a tiempo; no al general De Gaulle”. Era una especie de carta persa que invitaba al general Franco a dar el mismo paso que el francés. El de aquí resistió siete años más y el periódico en el que yo trabajaba fue cerrado.
Pero entonces éste aún no era un país de ciudadanos; hoy sí, y cada vez más libres.