Ahora a golpe de entrevistas, después de los golpes institucionales que perpetró en junio, el primer ministro que juega a presidente de una república que no existe, se enfrenta a la demoscopia como si las encuestas fueran la causa de sus males.
El tipo, por no saber, confunde causa y efecto, y así carga contra la demoscopia, el efecto que refleja la causa de la oscura realidad de su ocaso. Y en ese desbarre que lo está convirtiendo en muñeco roto, saca a la luz extravagantes espectros como los poderes ocultos que arman a la derecha para cargarse la histórica misión del progresista irredento que encarna.
Extraño progresista quien vive colgado del espectro de aquel caudillo que llegó a remover de su tumba, y recurre a poderes oscuros que acechan su providencial mandato como hacía aquel otro para cargar a comunistas y masones lo que hoy éste echa en culpa al IBEX 35.
Y para que nada falte, si en los años cuarenta del pasado siglo fue aquella pertinaz sequía la causa de la hambruna que los españoles sufrían, hoy la guerra de Ucrania le sirve para justificar la inflación de dos dígitos, y que la gasolina, el gas y la luz fustiguen el bienestar de los ciudadanos.
El progresista trata de escudarse tras la patraña de una derecha infame, “no autónoma” dice, que no soporta la política de progreso y derechos sociales que acaudilla frente a todos, y todas… ya puestos. Pero los poderes ocultos no prevalecerán sobre la pulcra nobleza de su propósito y el clamor de la mayoría social que sueña aguardándole a la vuelta de la esquina.
Claro que no hay crisis que cien años aguante. Lo de “a la vuelta de la esquina” lo sacó de un discurso para anunciar la prosperidad de F.D. Roosevelt en medio de la crisis de los años 29 del pasado siglo. Venía en la breve guía sobre los presidentes demócratas norteamericanos que ojeó para hacer ver a Biden que es uno de los suyos; tanto en la guerra como en la paz. Menudo problema tiene usted con el aborto y la mayoría conservadora del Tribunal. Aquí estamos cortando por lo sano…
Lo que no se atrevió fue a mentarle al nuevo amigo otro famoso dicho de su antecesor, que él mismo hace suyo cada vez que habla: “Puedo decir una cosa y su contraria; estoy dispuesto a confundir a todos y no decir la verdad si eso ayuda a ganar la guerra.”
Tampoco a ofrecerle fumarse unos habanos, como Franklin D. acostumbraba a diario. Aquí, en la España progresista del sanchismo, no hay más puros que los que humean en los conciliábulos donde los poderes empresariales y financieros dictan la lección a la derecha que atenta contra el progreso y la libertad del mundo occidental; o sea, contra mí mismo.
Lo primero lo ha dicho tal cual; lo último, lo piensa.