Guardo una imagen muy doméstica, muy de andar por casa, por sus casas, de Ángel Torán. Sigo sintiéndolo como parte de un ámbito que me resulta familiar, junto a Carmen, sus cuatro hijos, mi cuñada Ana María con su Pepe y, cómo no, compartiendo penas hondas por la marcha de Jaime cuando apenas había entrado en la veintena.
Añoro las comidas dentro de aquel trampantojo que cercaba el comedor de la casa en el Paseo de la Habana, y los entretiempos por los jardines de La Moraleja, donde tanto conversamos sobre el comienzo y la marcha de aquella Transición que estaba dando la vuelta a la piel de España; sobre la llegada al Gobierno de aquellos socialistas de Felipe González; también de los récords de velocidad que estaba marcando su Talgo y de tantas otras historias, incluso de historietas como las partidas de póker con viejos amigos, algunos comunes, como Jaime Capmany, Gustavo Pérez Puig y Mara Recatero…
Era un hombre de una curiosidad admirable. Parecía interesado por todo lo que a uno le interesaba, en mi caso, de lo que me ocupaba; como periodista durante unos años y enseguida como político metido en la cocina de la Transición. Aquellos pactos con que se embridó la crisis económica que tenía al país al borde de la quiebra, los llamados pactos de la Moncloa. ¡Tiempos aquellos en que gentes de polos opuestos eran capaces de converger hacia el centro para salvar la convivencia de todos!
Su capacidad para ponerse en el lugar del otro, eso que hoy llamamos empatía, era ejemplar. No creo que ese don pasara desapercibido a nadie.
Ángel Torán tenía el aire de un Knigt británico, del Caballero, ese “hombre que se comporta con distinción, nobleza y generosidad”, al decir de nuestra Real Academia. Y siempre humilde, virtud esta de la humildad de curso infrecuente entre gente principal. No deben de ser muchos los que saben de sus logros en el Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol. Para mí, en el acrónimo TALGO falta la T de Torán.
El ingeniero al que rendimos homenaje supo hallar soluciones tan sencillas como ingeniosas. La pendulación del convoy, algo de cajón, decía; basta con aprovechar a tu favor la fuerza centrífuga que se produce en las curvas. Y en términos semejantes me contaba lo de las ruedas desplazables que permitieron al TALGO abrir las fronteras ferroviarias con el resto de Europa.
Mucho no reímos con los 23 centímetros y pico que separan la medida de los raíles españoles de los franceses. Que no, que no tiene nada que ver con Franco, ni siquiera con los liberales de Isabel II para impedir la vuelta de los Cien Mil hijos de San Luis, me explicaba.
El caso es que, entre otras muchas razones, permanecimos aislados del resto del continente durante siglo y pico. Ferroviariamente, el obstáculo se solventó gracias a su patente, y así empezaron los servicios internacionales Madrid- París, o Barcelona-París, trayecto éste que yo recorrí en el verano de 1976 para visitar a don Josep Tarradellas, exiliado en medio de un viñedo del valle de la Loire, y un año después el primero y realmente único honorable presidente de la Generalitat restaurada.
Aquel invento del ingeniero Torán es una suerte de correlato de lo que España hacía por aquellos años: abrir puertas y ventanas al aire de la normalidad que caracteriza a las sociedades libres; ese ir y venir de personas que viven, trabajan y progresan bajo el amparo de la Ley.
Ángel Torán Tomás exprimió 74 años extraordinariamente fecundos. Desde Madrid hasta Biarritz pasando por los Estados Unidos, su vida es prototipo ejemplar de una generación que superó obstáculos y dificultades sin cuento. Había nacido en los años veinte del pasado siglo, en el ocaso de un viejo sistema social y político; creció en medio del fracaso de otro y de una larga guerra incivil que desembocó en años de penurias y restricciones que fueron decayendo hasta desaparecer, como era natural.
Con todo pudo el instinto de superación de un hombre de fe. Estamos hoy celebrándolo porque es debido, y seguirá siéndolo para orgullo de los suyos y servir de patrón de conducta a los que nos siguen.
Notas de mi intervención en el acto de homenaje a Ángel Torán celebrado en la tarde de hoy en la ETS de Ingenieros Industriales, UP de Madrid.