Ya está ahí, apunta los peores modos y humores que una sociedad libre pueda destilar. No hay día sin sobresalto, las barbaridades se suceden de modo pertinaz, y comienzan a extenderse por donde no cabía sospechar. El paso de la España oficial lo están marcando los rufianes de toda especie que vivaquean en las estructuras estatales gracias a un primer ministro demediado por las urnas; y de la publicada, también. La supervivencia de Mi Persona depende de ellos, recua a la que se ha uncido por esa cadena de hierro llamada interés.
Este Alto Mando de la ruptura y subversión de valores que arrastra el país a la nada está causando asombro en el vecindario. Porque lo nuestro no se trata de una nueva corriente entre las que animan el aburrido discurrir de las democracias representativas, no. Esto va mucho más allá: se trata de comunistas en una coalición de gobierno respaldado por minorías con asesinatos y golpes de Estado a sus espaldas. Insólito hecho en nuestro siglo.
Y además de todo ello, de conculcar principios fundantes de la UE, el gobierno en cuestión, el nuestro, se revela incapaz de aportar soluciones para resolver los problemas estructurales que lastran el conjunto europeo. Hace unos años, no tantos, éramos ejemplares, punta de lanza en las cuestiones que un socio debe cuidar para beneficio del conjunto.
Aquellas tasas de crecimiento que aportaban valor a la media europea, hoy contribuyen eficazmente a hundirla. No es cuestión de ideologías, es pura incompetencia camuflada por la falsedad que semana a semana descubren todo tipo de instituciones, privadas y públicas, desde el Consejo Europeo hasta el Banco de España.
Y como lo malo se contagia con mayor facilidad que tantas cosas buenas como alberga nuestra sociedad, las formas propias de la convivencia democrática, pacífica, solidaria se pierden. Los adversarios se tornan en enemigos y se asaltan las instituciones.
No hay tiempo ni espacio para el respeto debido. Por ejemplo al rey Juan Carlos I, único español extrañado sin causa alguna por un gobierno que malgasta el sistema por él impulsado en los años setenta y defendido en los ochenta.
Los rufianes de toda laya montan el espectáculo que los medios del tres al cuarto convierten en morbo social. Comisiones de investigación que no dejan tiempo ni espacio a lo que realmente habría que investigar, como los escándalos que ya llueven sobre alfiles del sanchismo por toda España.
De eso se ocupan los estrategas del desmantelamiento de nuestra forma de vida, desde sus raíces más profundas hasta la pacífica convivencia de una sociedad de personas libres e iguales ante la Ley.
La sociedad civilizada que aún rechaza el propósito de sus saboteadores.