Lo de Ábalos, aquel fino estratega que cursaba triple cartera y cargaba con los embelecos presidenciales más onerosos, como las maletas de Delcy cargadas de oro o las subvenciones a la Plus Ultra de los amigos de Zapatero, es todo un test de hasta dónde llega la sevicia del doctor Sánchez. Si así es con sus compañeros, colegas y sostenes de Mi Persona, cómo podrá llegar a ser con sus oponentes.
La noticia de la llamada crisis de gobierno, realmente la crónica de un Gobierno en crisis, trajo a mi memoria aquel sublime pasaje que Charlie Chaplin protagonizó en su película “El gran dictador” para ridiculizar a Hitler; y no a toro pasado, sino en pleno apogeo de la dictadura nazi, 1940. En él, travestido de amo de Tomania y como si el mundo fuera suyo, Chaplin juega con un globo terráqueo que termina por explotarle en la cara. Suele pasarles a los déspotas y a cuantos secundan sus tropelías.
Tantos servicios, Ábalos, Calvo y qué decir del “talibán” Redondo, pagados con el despido. En algunos casos ni siquiera comunicado por una nota más o menos formal. Franco lo hacía con motoristas de su escolta, hoy hubiera bastado un buró fax, o mejor el correo electrónico, pero soltarle a su escudero la novedad después de hacerle partícipe de la escabechina que pensaba acometer, resulta inmisericorde.
El final de “el tal Iván”, como en Ferraz algunos se referían a Redondo, prueba lo bien que Mi Persona aprendió las lecciones del valido presidencial: presidente, lo que importa es la imagen. Fuera los feos; mete chicas monas y verás como todo cambia. Ha sido la última victoria del privado.
Pero sus disparates seguiremos pagándolos durante años. Lo de menos son los fiascos encadenados de Murcia y Madrid que le achacan, y tantas otras historietas que terminará contando en sus memorias él mismo o un colaborador bien aleccionado. Pero lo de más fue la idea de cerrar una coalición con Iglesias para formar un gobierno minoritario, cuando con Ribera tenía otro mayoritario a su alcance.
Este fue el gran error que el privado le obligó a cometer prometiéndole que él solito podría alcanzar la mayoría suficiente en una segunda convocatoria. Desde entonces Mi Persona ha tirado pa’lante sin saber adónde, como el tonto con un pie metido en el raíl del tranvía que sus socios bolivarianos y comunistas han fletado para nacionalistas y otras gentes menos recomendables.
Si Sánchez hubiera cobrado conciencia de ello cabría pensar que ha soltado lastre para reemprender otro camino, pero de momento no hay dato que permita pensar en ello. No se ha atrevido a meter mano en el cupo de sus socios de coalición, gobiernillo en el que de cinco sólo una es aprovechable. Y las claves con que explicó los despidos de los suyos parecen dictadas por el mismo valido: juventud y feminismo. O sea: imagen con mucho Photoshop.
España, lo que realmente importa, seguirá pagando la cuenta con escasas posibilidades de pronto recobro.