Vivimos tiempos extraños en los que la realidad pasa sin pausa de la tragedia al sainete, según el ángulo desde el que se mire.
El fondo es oscuro más allá de la duda, tal vez siniestro a medida que se profundiza en sus entrañas. Y sin embargo sobre la superficie chapotean saltimbanquis y gaznápiros embobados por los fuegos de artificio que prende el payaso en jefe que se autodenomina Mi Persona.
La farsa se nutre de las nueve presentaciones, nueve, que lleva hechas de la versión última de ese remedo de Plan Marshall con que la Unión Europea trata de restaurar los destrozos causados por la torpeza de sus gobernantes con el concurso del virus chino. Presentar como cosa propia ese sucedáneo de bálsamo de Fierabrás para aliviar los males patrios revela la naturaleza de un sandio currutaco embutido en pantalones pitillo.
Los vientos de tragedia brotan cuando los jefes de pista pasan de crear consensos a buscar enemigos, o a producirlos si no los encuentran. Piensan algunos que esa es la gran aportación hecha por el podemita, ungida con su paso por una vicepresidencia del Gobierno.
Tal vez; en todo caso, el doctor falsario ya adelantó esa “nueva política” desde el día en que recuperó la jefatura de su partido y desechó mandos intermedios y cuanto pudiera cruzarse en su camino. Y así el viejo PSOE fue transustanciado en una tropa de estómagos agradecidos a la magnanimidad con que el caudillo agradece las adhesiones.
Pero la tragedia toma aires de sainete cuando el mismo personaje se parapeta tras los plasmas del autocue para fungir el papel de galán, cursi como aquellos que pretendían encandilar a las mocitas en los tiempos del tango y foxtrot con formas suaves y una sonrisa hecha mueca a fuerza de falsear su sentido. En nuestro personaje, mueca de desprecio para ocultar la ira que despierta en su extraño interior las tres verdades que le pueda cantar el barquero de turno.
Ayer lo hizo Casado y de forma magistral, con un alarde de datos, sistema y competencia. Parecía el comienzo de una campaña electoral de mayor alcance que la abierta en la comunidad madrileña. Muchos tienen puestas sus esperanzas en que ésta abra la senda de aquella.
Pero el tiempo está preñado de incertidumbres, comenzando por su manejo. Parapetado tras una mayoría forjada por la convergencia de intereses antisistema, es decir antidemocráticos, Mi Persona tratará de esconder la llave del cierre de legislatura hasta el día que le convenga. Y no tendrá empacho en cubrirse apelando al consejo ignaciano como si estuviera recién salido de sus ejercicios espirituales: «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza”.
Frase que falseará, como es habitual, y en lugar de desolación hablará de tribulación, efecto en el que se verá concernido como sujeto pasivo, cuando realmente él es autor y protagonista de la acción de arruinar o destruir que conllevan a la desolación. No son la misma cosa, y el santo vasco dijo lo que dijo.