Pues qué quiere usted que le diga; la decisión de la presidenta de Madrid me ha parecido ejemplar. Evitar que el sanchismo vuelva a levantar otro gobierno con alevosía, impidiendo el voto de los ciudadanos, tal vez sea el paso más meritorio dado en la política nacional en los últimos dos años.
Y antes de seguir, permítanme recordar que alevosía significa “cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin riesgo para el delincuente.” A traición y sobre seguro, sin riesgo para quien así actúa. Es de lo que se trata. Es lo que persiguen los sanchistas blanqueados en esta empresa por Ciudadanos.
Ver a Arrimadas ejerciendo de Cirineo del socio de los bolivarianos, es el numerito que le faltaba por mostrar a esta buena señora, que parece buscar y rebuscar un pozo donde acabar enterrando los restos de su partido. Criticar los presupuestos del sancho-comunismo, como ayer hizo en el Congreso, mientras se conchababa para desalojar a los populares de Murcia, es propio de Groucho, aquel Rufus Firefly que gobernaba Freedonia, y no de una política sensata. La Freedonia de los Marx Brothers, lejano país cada vez más próximo al nuestro.
Donde no caben sospechas es en el proceder del sanchismo. Cabalgando a lomos de los bolivarianos, ese tardocomunismo tercermundista dedicado a desarbolar el país, Mi Persona no vacila en reventar instituciones con vida propia; la que la sociedad insufla a algunos gobiernos regionales en los que se siente mejor representada. Todo menos que vuelvan a votar. Silenciar a la disidencia. Mociones de censura sí, elecciones no. Al fin, Iglesias se ha merendado a Redondo.
Es también el caso del CGPJ, el gobierno de la Justicia, del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, del Defensor del Pueblo, de la Radiotelevisión nacional y del propio funcionamiento del poder legislativo, esposado por un Estado de Alarma exclusivamente destinado a silenciar el debate, principio básico de todo parlamento; a burlar el control legislativo de la capacidad normativa que el poder ejecutivo tiene. ¡Silencio, se rueda!
Al disolver la Asamblea de la Comunidad que preside, Isabel Díaz Ayuso ha dado la voz a los madrileños. Esa es la almendra de su decisión. Se puede adornar políticamente, como hizo diciendo que “que sean los madrileños los que decidan entre socialismo y libertad”, pero lo trascendente es que el poder de gobernar se gane en las urnas, a la luz, no tras una cortina como Sánchez trató de ganar el de su partido en célebre reunión del Comité Federal, octubre del año 16.
Ahora discutirá todo quisque sobre qué fue antes, el huevo o la gallina; la convocatoria electoral o las mociones de censura para revertir el poder en maniobra de cámara.
Como una más, ahí va mi opinión: el Estatuto de Autonomía de la Comunidad madrileña establece que la decisión de disolver la Asamblea y convocar elecciones la toma le presidencia, una vez comunicada la decisión al equipo de gobierno. Desde ese momento la medida se entiende decretada, y su publicación se recogerá en el BOCM al siguiente día.
Aprisa y corriendo sanchistas y errejonistas metieron dos horas después sus correspondientes mociones, argumentando que el Estatuto dice que “El presidente no podrá acordar la disolución de la Asamblea […] cuando se encuentre en tramitación una moción de censura”.
Pero cuando Isabel Díaz Ayuso disolvió la Asamblea no había moción de censura alguna en tramitación…
En todo caso, la presidenta se ha librado de la traición que anidaba en su coalición al poner su puesto en manos de los madrileños. Ahora le toca a MAR resolver la papeleta. Más de tres millones de papeletas…