El cambio se produjo como previsto. O sea que a Su Persona le parece que todo marcha bien. Como si el Gobierno fuera el Ejecutivo preciso para enfrentar los problemas con el ánimo y capacidades necesarias para resolverlos. O enfocarlos. O minorarlos. O simplemente reconocerlos. Porque se lució el personaje la pasada semana al fijar ahora como objetivos la memoria democrática, el planeta verde y las cuestiones de los géneros.
Pero dice que todo marcha bien, y el presidente es persona honesta que siempre dice la verdad. Los ministerios trabajan coordinadamente bajo su batuta, aunque nadie vea la batuta, pero así será porque él es sincero. Todos se sienten comprometidos con misiones más relevantes que ampliar plantillas para ensanchar sus clientelas, sin duda así será cuando lo dice, y él es persona veraz.
Pero ¿realmente así es como están las cosas? Ni el matrimonio vicepresidencial se lo cree, empeñados uno y otra en hacerse notar con excéntricas salidas de pata de banco.
Claro que si el gobierno Sánchez es modélico, como él asegura y no hay por qué dudar de la palabra de un hombre sincero ¿para qué cambiar?
Que nadie hable de crisis. Lo ocurrido en el Gobierno, propiedad privada de Su Persona, se trata de un mero ajuste para dar cobijo, de comer y asiento al pobre Iceta, despojado de su empeño y noble ambición de presidir un tripartito en su tierra.
¿Méritos del portavoz del PSC? Los del fontanero de un partido que no ha trabajado por cuenta ajena en el sector privado. En Cataluña recorrió todos los escalones hasta alcanzar la secretaría general del PC; y en el resto del país, una experiencia de cinco años pasados entre la subdirección del gabinete presidencial de Zapatero y un escaño del Congreso en la última legislatura del pasado siglo.
Dicho eso, Iceta es persona de juicio templado y sentido común; perfecto candidato para figurar en el gobierno sanchista. Como tantos otros ciudadanos. Lo que no es óbice para criticar el abuso presidencial por el uso de las instituciones a su cargo, y las que ambiciona, para su personal conveniencia y provecho.
Claro que no hay razón para nombrar ministro de Sanidad a un sanitario, pero la experiencia habida durante un año tal vez aconsejara nombrar a un ejecutivo y estratega de probado liderazgo, dado que Su Persona querrá seguir oculto tras los visillos de Moncloa hasta que el temporal escampe.
La ministra Darias es una meritoria funcionaria, valorada por encima de la media de los miembros del gabinete, pero no parece reunir ese perfil. Claro que como el de Iceta aún da para menos… hágasele sitio en el ministerio de las autonomías, que es lo suyo, y así fue hecho.
Nada de esto extraña a estas alturas. Con el país hecho unos zorros, Sánchez dilapida la oportunidad de recomponer sus efectivos, abrasados unos y otros oxidados, cerrando aprisa y corriendo -toma eficacia, Iván– una modificación en su gobierno por él mismo forzada al enviar a las urnas catalanas al ministro más quemado de su gabinete.
Pero era el catalán predestinado, lleva en su bolsillo los indultos y lo conoce, vaya si lo conoce, tutom, que quiere decir todo el mundo.