El sanchismo quiere hacer al Rey cómplice de un golpe contra la división de poderes. Eso es lo que representa el indulto que cocina para pagar los favores de los sediciosos catalanes y, tal vez, de algunos terroristas vascos. Lejos de hacer que leyes y sentencias sean cumplidas, el Gobierno perjura lo que sus miembros, uno a uno, prometieron al hacerse cargo de sus funciones y obligaciones: “… con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución…”
“Es obligado cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales”, dice el Artículo 118 de aquel libro sobre el que pusieron su mano, ratificado por una mayoría abrumadora de españoles.
Que ellos no tengan reparos en ciscarse sobre la Ley que sustenta la convivencia de nuestra sociedad entra, y se queda, dentro de sus conciencias, pero de sobra saben que actos como la concesión de indultos han se estar refrendados por el Rey; dicho de otra forma, requieren la complicidad del Rey.
Del jefe de Estado que, el 3 de octubre de 2017, puso al Estado frente al golpe. Del mismo Rey vetado tres años después por el Gobierno para asistir a un acto en Cataluña, u obligado a viajar de tapadillo para premiar a un creador, precisamente catalán.
Por cierto, esto último constituye una vulneración más de principios y garantías constitucionales: “Los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional.
Asimismo, tienen derecho a entrar y salir libremente de España en los términos que la ley establezca. Este derecho no podrá ser limitado por motivos políticos o ideológicos.”
¿Acaso no es español Don Felipe para circular por el territorio nacional? ¿Tampoco lo será Don Juan Carlos para entrar y salir libremente de España, derecho que no puede ser limitado por motivos políticos?
Dicen los peones de Sánchez lo que Su Persona prefería callar, esa cursilería de que tienen “la obligación moral de aliviar tensiones”. ¿Obligación moral frente a la de cumplir la ley? Seguramente la disyuntiva es pertinente en paraísos como los de Maduro, Ortega y demás sátrapas, pero sencillamente aberrante en una democracia.
Pero hoy ya desveló el enigma: el Gobierno “no ha escondido sus intenciones y apuesta claramente por el reencuentro, la reconciliación y la convivencia en Cataluña”. Y para ello carga sobre nuestras espaldas aquellos “episodios aciagos que sonrojan”, de los que “nadie está libre de culpas de lo que ocurrió en Cataluña durante el proceso soberanista”.
Usted, amable lector tanto como yo, somos responsables de la sedición catalana “porque todos hemos cometidos errores”. Si no eran conscientes de ello, para eso está Su Persona.
Pero además, da el paso adelante en lo que los cuarenta y ocho millones de españoles están esperando y anuncia que «paso a paso» detallará la “hoja de ruta de renovación” de la Casa Real para dotar a la institución de “transparencia, rendición de cuentas y ejemplaridad”.
Hay que caminar -dijo- hacia una monarquía parlamentaria constitucional “actualizada a los estándares de valores y principios de la España del siglo XXI«. Naturalmente no habló de los estándares en cuestión, porque definir los valores y principios vigentes en la España del siglo XXI requiere de la investigación de muchos expertos, y de esto, el gobierno anda escaso.
Tiene bemoles oír a este sujeto hablar de valores y principios, ¡qué crack!