Tomo la expresión del amigo Luis Ventoso, porque me parece de lo más preciso con que se puede despachar lo que sucede. Sí, porque como mojones de un camino abierto sobre tierra cada vez más calcinada se suceden anuncios, disposiciones, hechos y amenazas que adelantan hacia dónde avanza la coalición de legislatura trenzada por Sánchez: hacia un país de mierda.
España es muchísimo más que la suma de estos gerentes. No hay medida que cuente con más apoyo que las costuras con que el doctor plagiario ha remendado las minorías más extravagantes para crear su Frankenstein particular. Ni un solo programa puesto en práctica por la “coalición de progreso” ha tenido el beneficio del análisis conjunto y discusión previa con “los otros”.
La política del Juan Palomo, él se lo guisa y él se lo come, que Iván Redondo ha dictado al embustero de La Moncloa, acabará siendo su tumba, pero también la de demasiadas cosas importantes para el progreso real de la Nación.
Por ejemplo, principios básicos como la libertad de las personas, la promoción de la solidaridad, la igualdad de oportunidades, el valor del mérito, la cultura del esfuerzo, la defensa y promoción del patrimonio nacional, desde su historia hasta el idioma español, y el acatamiento de las leyes.
Frente a ellos, la burricie que se ha hecho con la clave del BOE está atentando contra la libertad de educación, la libertad de información, la libertad de empresa y hasta con la libertad de conciencia. El frentismo abate la solidaridad, un estúpido buenismo elimina del proceso educativo la necesidad del esfuerzo y el premio al mérito. La lengua común de todos los ciudadanos españoles, y de más de medio millar de millones fuera de nuestras fronteras, es servido a los rompe patrias como a Salomé la cabeza del bautista.
Esas son las marcas que revelan hacia dónde nos lleva a zurriagazos una tan exigua como inconsistente mayoría parlamentaria, bendecida por una oposición estéril, víctima de su fragmentación y carencia de empatía.
Pero hay otra oposición, aunque larvada. No es el socialista partido propenso a escindirse, dolencia habitual en las derechas, pero cada día saltan más esquirlas de sus cimientos por el precio que el sanchismo paga a quienes demasiados votantes socialistas tienen por indeseables.
Sólo el concurso de éstos con una eventual convergencia de “los otros” repondría en la gobernanza de España el sentido común, única fuerza capaz de cambiar la deriva por la que nuestro país se está yendo a la mierda.