Que una mayoría de diputados apruebe dejar sin control al Ejecutivo durante medio año, cuatro meses, dos o lo que resulte finamente, es un sindiós.
Hace cuarenta y muchos años y en el mismo lugar, otros personajes, entonces llamados procuradores, aprobaron la muerte de aquel sistema. El fenómeno fue comentado internacionalmente y se hizo célebre bajo un ingenioso lema: Las Cortes de Franco se hacen el harakiri.
Pues algo así es lo que hoy perpetrará la mayoría de aluvión que Sánchez cultiva con tanto esmero como desprecio. Ahora no caerá el sistema, pero la democracia quedará malparada. Porque el control del Gobierno es el mejor termómetro para conocer la salud política de una nación; los checks and balances que garantizan que ninguno de los tres poderes, legislativo, ejecutivo, judicial, llegue a ser demasiado poderoso.
Con el estado de alarma el presidente se reviste con la coraza de la excepcionalidad. Y con el pretexto del maldito virus chino puede legislar vía decreto-ley lo que le venga en gana.
Algo así hizo Trump en los Estados Unidos cuando declaró el estado de emergencia para superar la negativa de la cámara a darle fondos para levantar el muro en la frontera mexicana. La crisis humanitaria en la frontera y seguridad nacional lo exigen, dijo al dictar el estado de emergencia. Presupuesto aprobado.
Nuestro tramposo presidente puede llega a aducir interés nacional para liberar a golpistas catalanes y etarras sin perdón, o hacer curricular básica la asignatura de “memoria histórica” reforzada con prácticas veraniegas para rebuscar cadáveres con que la dictadura sembraba las cunetas.
Y anulado el legislativo, asaltará el judicial. Ni un obstáculo para su gobernanza. Y, además, liberarse del incordio de jueces pidiéndole razones sobre la gestión de la crisis y, sobre todo, por las muertes causadas.
Aquel harakiri de 1976 liberó a los españoles de muchas desgracias; en cuestión de horas sus señorías causarán ahora sometimiento, sumisión. Harakiri 2.
Bueno, quizá resulte excesivo tratar de señorías a los trescientos cincuenta diputados.