Resulta complicado discernir entre el alipori y la decepción que puede causar un personaje público con un micrófono ante la boca. Y si el personaje cobra gratificaciones de ministro, caso del señor Garzón, entran ganas de llamar a Torra y pedir asilo en Port Lligat, primer punto de la península que ve el sol por las mañanas, como decía don Salvador Dalí.
Ante la noticia de la fusión inminente entre Bankia y Caixabank la radio pública andaluza tuvo la idea brillante de poner un comunista en antena. No me consta si lo hizo para inocular o promover.
El caso es que llamaron al ministro de Consumo, que para más inri estudió Economía, con lo que de banca, fusiones y demás cuestiones anexas debe de saber un rato; quién mejor, se dijeron.
Pero de hablar… a bofetadas con la RAE. Venga a darle al doble género. Cosas de la progresía, que confunde la gramática con el machismo, como en una ocasión dijo mi amigo y director de la RAE, don Darío Villanueva.
Y a la llamada acudió solícito el ministro del que no se recuerda otro juicio reciente que el que lanzó para hundir más el sector turístico, por si para ello no hubieran bastado con las reiteradas alertas decretadas por su presidente. Antes tenía escrito que “el único país cuyo modelo de consumo es sostenible y tiene un desarrollo humano alto es Cuba”. Pues, ahí lo tienen: ministro del Reino de España.
Con una lógica, más que aplastante, aplastada a lo largo de muchos años, de lo que, por cierto, Cuba es prototipo, Garzón vino a decir en la radio que como hay que hay que mantener la participación pública para recuperar el dinero que el Estado invirtió en Bankia.
Y se explayó recordando lo que llevaba en el programa su Izquierda Unida, hoy en la coalición de progreso: «Impedir la privatización de Bankia después de que los españoles y las españolas nos hayamos gastado 60 000 millones de euros en el rescate bancario. A través del rescate bancario —debido al cual se ha concentrado el 70%del mercado en cinco entidades—, los ciudadanos y ciudadanas adquirimos Bankia«.
¿Queda suficientemente claro que los españoles y españolas se gastaron una pasta para evitar el colapso de acreedores, empleados y empleadas, etc. y que por ello los ciudadanos y ciudadanas son los dueños de Bankia?
Con Bankia en manos de los ciudadanos y ciudadanas, radia el ministro Garzón, “aseguramos el acceso al crédito los elementos más productivos y dinámicos de nuestro sistema, como son las autónomas y los autónomos, las pymes y las empresas de la economía social”.
¿Derramarán lágrimas los autónomos, hombres y mujeres, al ver que Bankia ya no será de los ciudadanos, hombres y mujeres? ¿Bajarán persianas pymes y empresas de la economía social al enterarse de que los bancos con los que trabaja la inmensa mayoría de ellos no les considerarán ya elementos dinámicos y productivos?
Y, por cierto, hablar de economía social desde este Gobierno, cuando el estado de la cuestión es que los ciudadanos, hombres y mujeres, que aún pueden hacerlo, están atendiendo el paro de tres millones ochocientos mil españoles, es una broma de pésimo gusto.
Para economía social la de instituciones como Cáritas, Banco de Alimentos y fundaciones como la de Ortega o la de la Caixa. Sí, precisamente la Caixa, cuyo banco seguramente facilitará una más pronta devolución al Estado de los miles de millones que costó el salvamento de Bankia. Al tiempo, ciudadanos.