La llamada a la unidad por parte de Sánchez es tan ridícula que llega a lo obsceno. El tipo del “no es no”, y del “¿qué parte del no no ha entendido?”, vende unidad a los representantes del índice selectivo de la bolsa -tres cuartas partes de los cuales están sujetos a su mandato regulatorio-. Se la exige a Casado, insultado a la salida por la ministra portavoz. Y cierra el circo firmando con ERC abrir la mesa de las cesiones para que le entren a la muleta de los presupuestos.
La idea de unidad que tienen el doctor presidente es bien clara: la unidad consigo mismo.
Vamos a asistir al estéril espectáculo de la crucifixión de la oposición, que el gabinete lleva ensayando con la presidencia de la comunidad de Madrid. Este es el único problema para el doctor presidente, la oposición de los populares. Lo demás, irrelevante.
Que el trabajo siga en caída libre, la economía se apague como candil sin aceite, que la unidad real, la de los españoles libres e iguales ante la ley, se juegue en una mesa de trileros de la imagen, son cuestiones de la prensa, de la opinión publicada. La opinión pública real, la que mide Tezanos, está con la coalición de progreso.
Sentar a la mesa del Consejo de Ministros a un vicepresidente y a todo un partido investigado por una amplia gama de corrupciones no le quita el sueño al doctor presidente. ¡Adelante con los radicales bolivarianos y comunistas a la violeta, con los rompe patrias y sus confesos golpistas, Ortúzar, Revilla, el de Teruel, y Arrimadas también!
¿Qué mayor unidad quieren ustedes, señores Álvarez Pallete, Botín, Brufau, Fainé, Galán, Isla, Pérez, Torres y demás?
Desde que anidó en el banco azul y tomó La Moncloa, el doctor ha tratado de dejar bien claro, sobre todas las cosas, que él es quien manda. Y de ese principio se derivan los grandes hitos de su mandato: la supresión de derechos, el uso monopolístico de la televisión, las homilías semanales y, además, que no tiene porqué dar explicaciones ni compartir papeles con nadie.
Pedir a un partido centrista, liberal, conservador o como quiera calificarse al Popular la adhesión a unos presupuestos elaborados por un gabinete social-comunista son ganas de ser respondido con un “váyase usted a paseo”.
Y si de tales presupuestos no les comunica ni la hoja de cálculo con que dicen que los han hecho -lo que está por ver-, el hecho entra ya en la categoría de obsceno, que es por donde empezamos.