La causa de lo que nos pasa es mucho más clara de lo que se supone. ¿Se imagina usted un barco gobernado por un capitán recibiendo guantazos de su timonel? Puede que acaben llegando a algún sitio; cómo, no se sabe; tampoco cuándo ni dónde terminará la aventura. Lo que no ofrece duda es que el pasaje lo pasará mal. Pues en esas estamos.
Cuando Sánchez llamó gobierno de progreso a la coalición que acababa de armar con Iglesias mintió como le es propio. Con el bolivariano no cabe gobierno merecedor de tal nombre, y el progreso… ¿Para quién será el progreso?
Nada puede progresar con este tándem egotista que no tiene otro horizonte que su mantenimiento en el machito conquistado con tan malas artes como la falsedad. Los zigzags marcan el rumbo de la nave en que cincuenta millones de ciudadanos ven cómo pierden salud y dinero a la velocidad con que caen las hojas del calendario.
Tapar tanto dislate requiere señuelos que fijen la atención del personal lejos de la realidad, de los afanes de cada día. Y así echan arena entre los rodamientos del motor de la nave, en las instituciones que garantizan el funcionamiento del sistema. Ayer la Corona, hoy la Justicia.
La última es el juicioso comentario emitido por el vicepresidente sobre la restauración de la justicia en el caso de los golpistas catalanistas. Hay que tener mucho tupé, bueno, éste lo lleva hacia atrás en forma de coleta, para lamentar la decisión judicial.
“He visitado a los 5 en prisión y no albergo ninguna duda sobre su compromiso con la democracia y el diálogo” dice el vicepresidente y socio de la coalición. No, no juzga la sentencia, sólo la tacha de irresponsable porque, añade que: “es una mala noticia para los que defendemos el diálogo para afrontar el conflicto en el marco legal vigente.”
¿Sabrá este personaje, miembro del Gobierno, dónde está el marco legal vigente? Que las sentencias se cumplen y las penas se dictan para ser cumplidas, aliviadas con los reglamentos que correspondan a cada caso, son principios básicos de la legalidad. Para el bolivariano, no; depende, la Justicia ha de correr en paralelo con el Ejecutivo, no puede ser independiente.
Pero, para no perder hilo, concluye: “Sospecho que muchos ciudadanos en Catalunya y en el conjunto de España volverán a tener la sensación de que la justicia no siempre es igual para todos.” Había que reponer sobre la mesa, de manera un tanto subliminal, el otro gran señuelo: la Corona.
Pero en un ejercicio que supera los límites del cinismo, que en política suelen ser bastante elásticos, Iglesias, el vicepresidente, concluye su juicio insistiendo en la sensación que él mismo profetiza: “Que esa sensación se abra paso es malo para nuestra democracia.”
¿De qué democracia hablará este sujeto al afirmar que los golpistas están comprometidos con la democracia, cuando nada más salir por la puerta falsa de la cárcel, proclamaron que volverían a hacer lo mismo?
Sánchez mira a babor o quizá a estribor, quién lo sabe, como cuando consideró que otras historias alentadas por sus socios, simplemente eran “inquietantes y perturbadoras”.
En qué manos está la nave…