“Esto es la descojonación”, que decía Luis Ciges en una película de Berlanga. Sin reparar en barras, el gobierno sanchocomunista se apresta al asalto a los cielos para, desde allá arriba, cargarse la Unión Europea. La UE no podría resistir una España, su tercera o cuarta potencia, convertida en Venezuela. De eso va la revolución pendiente del vicepresidente segundo del gobierno que encabeza Sánchez.
El dislate de aprovechar el estado de alarma para poner patas arriba la economía del país es de un atrevimiento insólito, lo nunca visto en el mundo democrático. Pero puestos a ser originales, el hecho de que en ese asalto cada miembro de la coalición vaya a su bola ya resulta extravagante.
La revolución es lo que tiene; cuanto peor, mejor. Para germinar y crecer necesita del cabreo, hastío, y desesperanza del personal necesario para triunfar.
De eso van los bolivarianos que controlan el gobierno de Sánchez, un taimado señorito que ha deshecho las costuras y entretelas del partido en cuyas siglas se cobija.
España no tiene un gobierno socialista, el sanchismo no es socialista; es el destilado de la ambición de un petimetre empeñado en sobrevivir por encima de su propia palabra y, de paso, posar para la historia como el presidente que acabó ganando la guerra civil perdida por sus cómplices en el año 39 del pasado siglo.
El número brindado al mundo sobre cómo en medio de una pandemia un gobierno cierra las puertas a la recuperación social y económica del país y sus ciudadanos, es eso: la descojonación. No hay descripción más gráfica.
Y en medio del galimatías por tantos despropósitos, sólo una persona de ese Gobierno ha dicho lo más sensato que ha salido de esas filas: “sería absurdo y contraproducente abrir un debate de esta naturaleza y generar la más mínima inseguridad jurídica ante la mayor recesión de nuestra historia. Los contribuyentes nos pagan para solucionar problemas, no para crearlos”.
Se llama Nadia Calviño, tiene 51 años, nació en La Coruña, es Economista del Estado, ha sido directora general en la Comisión Europea y es la Vicepresidenta Tercera del Gobierno de España.
Si en el partido más votado en las últimas elecciones quedaran restos de la cordura que antaño le permitió gobernar este país, ¿por qué no brindarle a ella la Presidencia del Gobierno, de un gobierno amparado por el sentido común?