Los resortes de los actuales mandamases vuelven a saltar como lo hacían los de hace tropecientos años. La seguridad como valor máximo; principio de todos los principios en cuya ara se sacrifica todo lo demás.
Si lo despilfarrado en comisionistas y compras estériles lo hubieran dedicado a fomentar civismo, triste víctima del temor inoculado por la autoridad, los riesgos del desconfinamiento serían menores y todos estaríamos mejor.
Pero no, hay que seguir uncidos bajo el yugo porque el pueblo no está maduro para cuidar de su propia vida. Hay que joderse. “Cada cual que siga a rajatabla las reglas”. Ese es el mensaje único del gran timonel, del caudillo de esta nueva cruzada en la que nadie sabe dónde ni cómo hay que darle al enemigo.
Asfixiar la libertad es el camino más corto para anular la responsabilidad personal, que es donde estamos. Y de ahí nace el “no se os puede dejar solos”, lamento falaz con que las dictaduras autoalimentan sus mecanismos represores.
Desescaladas en fases y por orden ministerial, horarios restrictos, disposiciones sectarias y secretos oficiales, todo es secreto. Los llamados expertos que dicen guiar los pasos del mando único son secreto de Estado, como lo son las compras de material sanitario, y como sigue siéndolo el número de muertos en las residencias de ancianos bajo la tutela del vicepresidente Iglesias.
España está volviendo cincuenta años atrás. La ola de libertad sin ira que barrió el yugo con flechas de aquella autocracia orgánica está sufriendo un reflujo que augura un corto plazo socialmente duro y, gracias al pertinaz confinamiento, con el Estado de Bienestar en ruinas.
Como aquel caudillo de las cuatro décadas que más de una vez dijo, “haga usted como yo y no se meta en política”, el mandamás actual aseveró ayer que desde el primer momento ha puesto especial cuidado en no politizar la pandemia.
Por eso, por no hacer política no busca acuerdo alguno con la oposición, que es el PP, sistemáticamente escarnecido por su portavoz; por no hacer política sólo llama a quien le sirve para dividir, como acaba de hacer con C’s; y para no hacer política confina el parlamento.
Puro franquismo, tanto el proceder del gobierno progre como el sumiso humillar de las gentes que ante el estímulo del miedo reaccionan acogiéndose a sagrado, se enclaustran. Algo así como el perro pavloviano que salivaba al oír la campana que anunciaba su comida.
Y la muestra definitiva de lo que estamos hablando: puestos a no meterse en política, Pedro Sánchez confesó ayer: “Nuestra ideología es salvar vidas.” Textual. 9 de mayo de 2020.