… Y todo vanidad. Escuchando la oración parlamentaria de quien sigue presidiendo el Gobierno me vino a la memoria aquella sentencia del Eclesiastés bíblico: “Vanidad de vanidades y todo vanidad”. El personaje hablaba y hablaba sobre la excelencia de su respuesta a la pandemia y de la nueva normalidad que le depara el futuro, todo ello sin hacerse cargo de que lleva treinta mil muertos a las espaldas y un país quebrado.
Cuando hay muchas palabras, aumenta la vanidad, sentencia el libro.
Mecido por una vanidad sin límites no quiere darse por enterado del suelo que pisa. Todo es vanidad, todo mentira. El presidente excepcional, porque metido en la excepción vive, maldito el caso que hace a la enmienda a la totalidad que le presentó el presidente de los populares. Con precisión de cirujano, Casado denunció la falacia de la alarma como único arma para proteger la salud de los ciudadanos.
La legislación en vigor claro que tiene instrumentos precisos para dotar al Gobierno de un mando único y hasta para confinar al personal. Lo que no hace es dar licencia al Ejecutivo para designar directores y subdirectores generales a fieles conseguidores sin titulación, ni para paralizar el parlamento, ni tampoco para irrumpir en el sistema de inteligencia aprovechando que el Guadarrama pasa por Galapagar.
El futuro de este gobierno sancho-comunista es penoso; penoso en el sentido de cargar con la pena del rescate europeo al que le ha condenado la vanidad de su comandante, cegado por la artera astucia de su timonel. La pareja se pondrá en primer tiempo de saludo a las órdenes de los agentes de Merkel, como tuvieron que hacer Tsipras y Varufakis, viejos camaradas del actual vicepresidente español.
Los griegos recibieron una ayuda de setenta mil millones que han tardado ocho años, ocho, en digerir. ¿Cuánto necesitará nuestro país para levantar del suelo tanto destrozo, grandes compañías, pequeños negocios, autónomos, y el prestigio que el turismo y nuestras exportaciones precisan?
¿Con qué aval se presenta el gobierno más ostentoso de la Unión, veintitrés ministerios en un país descentralizado, incapaz de suministrar datos fiables sobre cualquier materia, desde la macroeconomía hasta el número de víctimas de la pandemia, y que endeuda sin freno a sus ciudadanos para presumir de unas prestaciones sociales que para sí quisieran alemanes, franceses, italianos, portugueses, etc.?
Mataiotes mataiotetos kaí panta mataiotes. Lo dicho: vanidad de vanidades y todo vanidad. Y así quince días más… como poco.