La coalición sancho-comunista no repara en gastos, y no aludo a las ayudas vitales por las que siguen peleando el ministro del ramo y el vicepresidente de la propaganda. A lo que me refiero es la inversión hecha a través del CIS para poner altavoz a la turba que desde hace dos siglos, y en cuanto le dan ocasión, grita aquel “vivan las caenas” con que se cargaron los dos primeros años de libertades constitucionales vividos en esta tierra.
La historia fue tan chusca que en el recibimiento de aquel Fernando VII, corría el 1814, los populistas, entonces llamados absolutistas, desengancharon los caballos que arrastraban la carroza real para cargarla sobre sus propias espaldas.
Lo hicieron excitados por el manifiesto de un grupo de diputados que comenzaba hablando de una costumbre de los persas, para terminar ciscándose en la Constitución aprobada dos años antes en Cádiz.
Aquel monarca, hoy llamado felón, entró en Madrid bajo la advocación de “El Deseado” aunque nadie conociera sus intenciones. Después de fungir durante 7 años como rey absoluto abrió un trienio liberal que provocó la reaparición de los populistas, esta vez ampliando sus afanes: “vivan las cadenas y muera la Nación”, o sea el sistema.
Lo de las cadenas no es broma en esta tierra nuestra. Por uno y otro lado, siempre hay energúmenos prestos a propiciar nuestra salvación cargándonos de ellas. Sólo necesitan que algo o alguien excite sus conciencias con engañifas como ayer hizo Tezanos con el sondeo publicado desde su CIS.
Todo en él es una inmensa patraña destinada a glorificar al Deseado que hoy gobierna, a quien tanto deben Tezanos y otros. ¿Pensará la gente hoy, con 19.130 muertos y 182.816 infectados en nuestras conciencias, lo mismo que cuando las cifras conocidas no llegaban a la mitad, que es lo que se sabía la gente cuando fue preguntada telefónicamente?
Un sarcasmo del que cuelgan cuestiones como intenciones de voto, identificación partidaria o si Casado lo haría mejor o peor que Sánchez. Y, sobre todo, la descalificación de los medios de información, mezclando churras con merinas; los bulos y calumnias difundidos por las redes con el trabajo de los medios profesionales.
La tentación totalitaria no es nueva entre los integrantes de este gobierno. El 3 de julio de 1914, un europarlamentario de coleta y melifluo hablar, en nombre del pueblo, como su admirado Chávez, pedía el control público de los medios de comunicación. Hoy es vicepresidente de la coalición gubernamental que apunta intenciones censoras amparada por ese 66,7% de españoles que Tezanos dice que quieren censura.
La preguntita, hecha telefónicamente, decía: “¿Cree Ud. que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”.
¿Cómo dice usted? Repítame que no he entendido nada… deberían haber respondido los dos mil entrevistados.
¡Vivan las cadenas! No puede haber dos tercios de españoles dispuestos a tragarse, después del físico, un confinamiento mental. Aquello ya pasó hace muchos años. Que desde una institución pública se incite a reclamar cadenas para aherrojar la opinión pública es intolerable.
“Vivan las cadenas si parecen buenas y son de reloj”, cantaban los tres Ratas en la zarzuela La Gran Vía. Esas son las únicas cadenas propias de una democracia.