Resulta más estomagante que irritante. El doctor Sánchez imposta la voz para declamar eslóganes publicitarios sobre sus inmensas ansias de servir y agradar al pueblo. Cámara de frente, nada dentro. El vacío no genera empatía. Recuerda a Dulcamara, el charlatán que en la ópera de Donizetti “El Elixir de amor” vende a Nemorino un brebaje para conquistar a Adina. El bebedizo era puro vino peleón.
Dos solemnes apariciones televisadas desde el atril de la Presidencia no bastan para borrar la evidencia de que el gobierno Sánchez no sabe por dónde ir. Hasta que no han explosionado las consecuencias de la insensatez que promovieron la pasada semana, las manifestaciones del 8-M, no se ha atrevido a asumir que el país está viviendo una emergencia de alcance inaudito.
Declarar el estado de alarma previsto por la Constitución parece mucho, pero en sí mismo no es nada; está en función de cómo lo utilice el Gobierno que asuma el mando de las Autoridades de la Administración Pública, Cuerpos de Policía de las Comunidades Autónomas y de las Corporaciones Locales, y demás funcionarios. Si ha retrasado la medida por temor a los socios separatistas, el espectro del artículo 155, mala señal.
Buena parte de los poderes que la Ley Orgánica de 1981 otorga al mandamás nacional han sido ya dispuestos por algún gobierno regional, y de forma especial por el de la Comunidad de Madrid. Su presidenta y el alcalde de la capital le dieron ayer una lección de cómo se actúa en estos casos, medidas concretas, tasadas, objetivos claros, adelantándose a cuanto el doctor siga diciendo a medida de que la impericia de su gabinete le escriba el guion.
Sobre la política sanitaria poco cabe discrepar. La responsabilidad por la insensatez de animar a llenar las mismas calles que días después se decretan vaciar se juzgará más tarde, una vez que la normalidad ciudadana vuelva a su cauce. Pero lo que difícilmente podrá afrontar satisfactoriamente el gobierno socialcomunista es la crisis económica que nos ha caído encima.
La parálisis de la actividad durante medio año situará los índices de nuestro país en los niveles que los dejó la crisis anterior, la que terminó poniendo de patitas en la calle a su conmilitón Zapatero. Al tiempo.
Echar ahora la responsabilidad sobre el BC europeo, el FMI, hombres de negro y demás fantasma que en aquellos años alanceaban los irresponsables al mando ya no colará. Déjà vu. Cierto que tendrán la excusa de una maldición china sobrevenida, y también el escudo de las víctimas mortales que llegue a causar, pero el remezón romperá las líneas de resistencia de la coalición.
Y si, sobre ello, sigue dando pábulo al okupa de la Generalitat, que ayer mascullaba algo sobre confinar Cataluña y dos países, la gente, casta y pueblo unidos, volverá a concluir que mejor no jugar con las cosas de comer.