El gesto vale más que mil palabras, es el análisis certero de lo que nos está pasando… por encima. La sumisión ante todo lo que suponga un voto para aprobar los Presupuestos revela la esencia del sanchismo.
Día a día desmantela el Estado como quien arranca pétalos de la margarita, me quiere, no me quiere, pero me va a querer, me quiere… y así hasta los 176. Acabará yendo a Teruel aunque allí no hayan visto desde las elecciones a quien con su único voto le hizo presidente; al tiempo.
Al PNV, que seis escaños son media docena de votos, le va a regalar la seguridad social. Lo de la gestión penitenciaria es un señuelo para que distraer la atención sobre el asalto a la igualdad de los españoles y la solidaridad entre sus comunidades.
Tornillo a tornillo está desarmando el sistema con el único fin, inmediato, de afianzar su silla curul. Cuál sea el objetivo estratégico quizá aún no lo sepa ni su gurú.
El caso es que en cosa de un mes el Estado, o sea una parte de los impuestos de los andaluces, gallegos, cántabros, valencianos, etc. serán transferidos a la comunidad vasca para pagar regulaciones de empleo, que por algo hay que comenzar. Luego vendrá la caja entera porque así lo comprometió con los peneuvistas en el acuerdo de investidura.
De lo que suceda con los terroristas que cumplen condena, para qué hablar.
La felonía de su ministra de Hacienda a propósito de la retención de los IVA revela que su presidente no quiere que las cuentas de la administración central reciban un rapapolvo como el que ya sufrió el papel que resumía el proyecto. Ni uno más; la periferia, que arree. Le importa un comino saltarse la ley fiscal porque, como ayer dijo a Torra, la ley no es suficiente.
Y qué decir de la excusa que pone a las comunidades gobernadas por la oposición. Lo de que no les soltará lo que les debe mientras bajen impuestos a sus ciudadanos, además de un intolerable chantaje revela la ignorancia en que se mueve esta señora, que visto que luces le sobran funge además como portavoz. O del atropello pandillero que representa cerrar el grifo del crédito europeo a Murcia para paliar el desastre del Mar Menor.
Puestos a agavillar votos, la jornada presidencial en Barcelona ha dejado constancia de la sumisión a la orden que desde Lledoners le dictó Junqueras por boca de Rufián; que trece escaños son trece votos. Y ahí se llevó su pequeña corte a rendir pleitesía al pelele que ocupa la Generalitat, cuyo titiritero controla otros ocho escaños con sus correspondientes votos, que tampoco son de despreciar.
Las palabras sobran, la realidad se manifiesta con toda su fuerza en la reverencia con que Iván Redondo acoge la mano que le tiende Torra, la misma que poco después entregó a su jefe dos libros para que el presidente del Gobierno del Reino de España meditara en sus noches de insomnio.
Ninguno de los dos está escrito en castellano; en catalán, unas reflexiones sobre la condición humana; el otro, en inglés: “Inventing Human Rights”, desde la Revolución francesa hasta nuestros días.
Toma derechos humanos, señor presidente.
Más allá de la chacota por los récords protocolarios batidos, el sumiso acatamiento del gurú en jefe revela el ansia infinita de agradar que mece los hilos que mueven a Sánchez.