Y Sánchez lo repitió dos veces por si el periodista albergara alguna duda sobre el alcance de su poder: “¿De quién depende la fiscalía? Pues entonces…”
El Reino de España tiene un presidente de Gobierno que no vacila en atropellar lo que se le ponga por delante y demostrar así que él solito vale más que todos aquellos que hace cuatro años le desalojaron de la secretaría general del partido. Este es el sentido que el poder tiene para el doctor fraude.
Y no contento con haber fraguado un consejo de ministros con comunistas, bolivarianos y otras gentes de dudosa limpieza fiscal, remata la faena ascendiendo a la cumbre de la Fiscalía General del Estado a Dolores Delgado, la ministra de Justicia que domeñó a la Abogacía del Estado para rebajar a sedición lo que tenía calificado como rebelión en el juicio al procés.
La Fiscalía General resistió las presiones para aguar el proceso a pesar de que su titular fuera uno de los primeros nombramientos hechos tras la moción de censura con que ocupó el gobierno. A los ojos del doctor fraude la continuidad de la señora Segarra, también de la asociación progre de fiscales, era un riesgo difícil de asumir ahora que necesita tener en sus manos todas las riendas del poder para ejercerlo desde la precariedad personal que le dieron las urnas.
Con un ejecutivo sostenido por un cruce de ambiciones y el legislativo a merced de quienes parasitan la ausencia de una mayoría estable en el Congreso, Sánchez necesita el control de los resortes de la Justicia para parar, templar y doblar cuanto propios y extraños se atrevan a oponerle.
Por ello es un escándalo mayúsculo hacer firmar al Rey la designación de Lola Delgado como Fiscal General, una diputada del PSOE por Madrid que 48 horas antes disfrutaba de la cartera de Justicia pese a haber sido tres veces recusada, rodeada de amistades tan peligrosas como un policía corrupto y un juez prevaricador, Villarejo y Garzón respectivamente. En fin, una política autodefinida como “ministra de trinchera” después de haber sido “fiscal de trinchera”.
Así se abre la legislatura del dialogo, cavando trincheras.