“El 10 de noviembre, la ciudadanía mandó un doble mensaje: hacer un gobierno progresista y hacer un gobierno dialogante. Y hoy, en esta España de 2019 tocando a 2020, solo hay un Gobierno que pueda cumplir con este doble mandato electoral”. Iceta dixit.
Un gobierno progresista y hacer un gobierno dialogante; estoy de acuerdo. Pero no puedo estarlo con la segunda frase, porque el Gobierno al que se refiere el prócer catalanista es el que Sánchez ha urdido con Iglesias, y calificar de progresistas a los comunistas bolivarianos es una chacota. Al sanchismo, sin embargo, cabría otorgarle el beneficio de la duda, dado que en año y medio no ha hecho nada susceptible de ser calificado con ninguna categoría política.
Un colega socialista, López por más señas, le preguntó en un debate “Pero Pedro, ¿tú sabes qué es una nación?” y sólo consiguió la callada por respuesta. Hoy habría que preguntarle: “Pedro, ¿qué es el poder, tú para qué quieres el poder?”.
Mientras esa pregunta no tenga una respuesta clara, el Pedro en cuestión no es merecedor de presidir ningún gobierno, ni el del país ni el de una caja de ahorros.
De eso se trata en toda sesión de investidura; de saber para qué quiere el candidato obtener la licencia de sentarse a la cabecera del banco azul. Horizonte, metas, vías y pertrechos para alcanzarlas; en fin: cómo y para qué se postula como administrador de los intereses generales de los españoles.
Hasta ahora no ha dicho nada que no fuera contradicho por él mismo en cuestión de días, por lo que hay que temerse lo peor en cuanto a la claridad del mensaje debido a los ciudadanos. Pero es que además, y sobre todo, para hacerse con el poder que ambiciona anda colgado de los hilos que mueven desde la prisión de Llandoners y Waterloo una banda de delincuentes empeñados en cargarse la convivencia entre españoles libres e iguales ante la ley.
El Jefe del Estado encargó a Sánchez el pasado día 11 que buscara los apoyos necesarios para formar Gobierno. Pudo haber pospuesto su decisión hasta saberse con qué apoyos realmente cuenta. Tal vez así hubiéramos conocido mejor el alcance de compromisos con que accede al cargo. En todo caso, un período para la reflexión podría haber abierto otras viabilidades.
Comenzando por la remoción del candidato desde dentro de su propio partido ¿por qué no? Recuperado el socialismo español del sarampión del sanchismo, España podría tener un Gobierno con el apoyo de más de doscientos diputados. La fuerza necesaria para poner al día lo que merece ser repuesto, y de garantizar la normalidad.
Difícil, ¿cierto? Sobre todo porque lo de la claridad no levanta entusiasmos mientras haya tantos dispuestos a perderse por los cerros de Úbeda.