Acompañado por su esposa, Sánchez subió al avión oficial para dar un mitin desde la primera avenida de Nueva York a los españoles que se resisten a valorar sus méritos. La Sala de la Asamblea General de Naciones Unidas fue el escenario elegido. Le importaba un bledo que estuviera medio vacía; lo que allí era hora de la cena, aquí comenzaba la jornada para las radios, televisiones y periódicos; perfecto para abrir el día.
¿A quiénes iba a importar un mitin de la campaña electoral española?, adelante pues con los faroles… y con la sentencia de los jueces sobre la momia de aquel lejano Caudillo que ahora le ha permitido a él –“cerramos simbólicamente”- el círculo democrático español.
Aquello sí que fue una confluencia astral; mientras dormía en Nueva York el primer ministro que lleva cinco meses y pico en funciones por una soberbia incapacitante para negociar una formación de gobierno, Errejón, esa especie de Billy el Niño que le ha salido a Iglesias, se ofertaba al partido sanchista como víctima propiciatoria para alcanzar los cielos del poder; los mismos que el TS le entreabría con la publicación de su sentencia precisamente en tan señalado día.
No dejó tecla electoralista por tocar, desde el feminismo – “Yo soy un presidente feminista”, “en nuestro país se está gestando con fuerza una gran revolución que cambiará para siempre nuestra visión del mundo: es la cuarta ola del feminismo”- hasta los discapacitados – “el transporte del futuro será más rápido pero deberá ser accesible para las personas con discapacidad”-, sin olvidar a los colectivos del LGBT.
Pero, sobre todo, su propia figura –“Tengo bien claro como presidente de España…”. ¿Y qué tipo de cosas tiene bien claro el ¿presidente de España? Asómbrense: “no somos capaces de reunir el valor necesario para sentarnos en la mesa y alcanzar los consensos que hacen falta para afrontar los problemas entre todos”. No, nada ha cambiado; no era una confesión de parte, ni tampoco se refería a los españoles que por su antojo erran hacia las urnas, estaba hablando del mundo entero.
Un líder para el mundo que confesaba “nos importa y nos preocupa mucho al Gobierno de España…”. No el progreso de su país, ni el bienestar de sus conciudadanos, ni el índice de desempleo más alto de las diez primeras economías mundiales, ni el funcionamiento de sus instituciones, ni la el cumplimiento de las leyes, ni… ; no, se refería a Siria, ¡a la situación en Siria! Palabra.
Un mitin más del candidato que vuelve a trampear adelantándose al comienzo del tiempo de juego. ¿Cómo podremos librarnos de tan sublime ridículo, llegará su egotismo a ser superado por el del ciudadano Rivera, hasta cuándo seguirá malversando el dinero de nuestros impuestos?
Viajar tres días con su séquito a Nueva York para mitinear desde el marmóreo podio de NU habrá salido por un pico. No, no al “presidente de España”, sino a los españoles, a nosotros mismos.