Algo huele mal en su candidatura cuando Sánchez sólo ha obtenido un voto más de los que suma su partido, y los números no engañan. Sólo el representante de las anchoas cántabras se le puso en posición de saludo. Resultado: una escuálida suma de 124 síes frente al rechazo de 170 y la puerta que dejaron entreabierta 52 comunistas y otros. Un éxito sin precedentes.
Deprisa y corriendo, el núcleo duro del sanchismo se puso a hacer de inmediato los deberes, tres meses después del encargo recibido del Jefe del Estado. Ahora todo se circunscribe a la caza de las 52 abstenciones más una, Montero votó en contra, para sumarlos a los 124 que ya tiene en el cesto.
Resulta esperpéntico que ayer pretendiera el apoyo de los diputados del centroderecha para salir del atolladero. La abstención de los 123 votos que suman populares y ciudadanos le permitiría el pase sin problemas en la segunda convocatoria; no le harían falta los del menguante equipo de Iglesias/Montero.
Ante la UE, la OTAN, y demás instancias supranacionales, desde el FMI hasta los agentes inversores, traspasaría así el umbral de una nueva legislatura con la cabeza bien alta, como corresponde al domeñador de radicales y extremistas de una y otra orilla. Todo un socialdemócrata a lo Blair, el hombre de centro que los países mediterráneos necesitan. Desde el NYT hasta el WSJ, pasando por el imponderable The Economist, una ola de simpatía orlaría la figura del nuevo primer ministro español, prez y ejemplo para jóvenes políticos.
Pero esta aquí llega el sueño. La realidad discurre por derroteros bien lejanos porque el personaje no tiene alma reconocible. De socialista tiene un carnet que muchos tachan de falso, y de centrista, tanto como Diaz-Canel, el apoderado de la satrapía castrista.
Como aquel Ricardo III dramatizado por Shakespeare, que en la batalla de Boswoth Field gritó desesperado “Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo”, tras el fiasco en el Congreso el joven doctor Sánchez suplica apoyo a los pies de la fortaleza de Galapagar. Una vicepresidencia y lo que sea menester por la potranca que le lleve hasta La Moncloa. Se lo darán.
O no, depende de los humores de la pareja. En todo caso la cosa hiede, y España será el único país europeo con comunistas en su gobierno.