Qué más da sentar un terrorista a la mesa si con ello ganamos la investidura. Por ahí debió de ir el razonamiento de Sánchez antes de dar la orden de llevar a la televisión pública nacional a un tal Otegui, pistolero en sus mejores tiempos, para escarnio de las gentes de bien.
Dejemos algunas cosas claras: en RTVE a nadie se le ocurre llamar por su cuenta a Arnaldo Otegui, personaje inhabilitado para ejercer funciones públicas. No ya para invitarle a dar el mitin irrumpiendo en los hogares a la hora de mayor audiencia, es que ni siquiera para quedar a tomar unos potes allá por su tierra.
Aquel despropósito sólo pudo ser posible por mandato expreso de quien puede hacerlo: el presidente del Gobierno, en funciones tan largas como le venga en gana, porque desde hace ya tiempo él tiene claro de qué muletas servirse para sentarse en el banco azul.
Pese a las reclamaciones que encarga hacer a sus segundos, Ciudadanos no le interesa. De otra manera se habría abierto a un gobierno de coalición. Con los chicos de Rivera coalición, sí; lo de la cooperación es para tascar el freno frente a Iglesias.
Porque tampoco quiere del podemita nada más allá de un préstamo gratis; otra cosa les daría alas, precisamente lo contrario de lo que lleva meses procurando: vaciarles la cesta de votos.
Sánchez quiere hacer un gobierno consigo mismo, el resto es irrelevante. Unos, le fastidian porque obstruyen su marcha hacia donde ni él mismo sabe; otros, meros costaleros para trepar por la cucaña que, una vez alcanzadas las alturas, serán reducidos a la condición de inútiles cachivaches.
Su aversión a los órganos representativos, a los poderes intermedios que definen el ejercicio de la autoridad en las democracias, conduce a esta suerte de soliloquios que están caracterizando la vida política nacional. Ojo, un político de sus hechuras, que sólo busca el referendo de sus bases, terminará organizando el referéndum – democracia directa, claro que sí- que reclaman los golpistas.
Lo que estos anuncien y hagan le importa un pimiento, como demuestra a diario sin hacerse cargo de nada; ni siquiera de recabar los apoyos precisos para cumplimentar el encargo real.
Cuando se vuela tan alto, se usa el Falcon hasta para regresar de Granada a Madrid, cómo va a fijarse en si uno de los costaleros, la presidenta de la ANC, una tal Paluzie, insulta a una periodista tildándola de española, o si Torra sigue abriendo embajadillas por el mundo adelante… Pelillos a la mar.