¿Sobrevoló la paloma durante toda la entrevista con la que el Papa se ha presentado en España a través de la Sexta? Lo que iba a centrarse sobre la emigración, como él mismo adelantó, acabó abierto a todo lo que Évole ponía sobre la mesa, hasta un pedazo de las concertinas que culminan las vallas de Melilla… y tantos otros cierres urbanos en la península.
Tiene su lógica que el gran pastor romano quisiera entrar en España a través precisamente de la cadena en la que más ovejas perdidas podría rescatar, aunque dudo que consiguiera acarrear demasiadas hasta su redil.
Francisco en un hombre de convicciones sólidas, ingenioso y empático, virtudes todas ellas que debieron pesar en el soplo que el cónclave cardenalicio recibió una tarde de marzo, seis años ha, del que salió vestido de blanco.
Y también argentino, además de jesuita. ¿Cómo sustraerse a meterse en los charcos de la política? La prudencia con que acogió varios desafíos del entrevistador, empeñado en que anatematizara el capitalismo, por ejemplo, fue ejemplar; pero nunca llegaremos a caber qué necesidad tenía de demostrar su adhesión a la podemita alcaldesa Colau, por poner otro ejemplo.
Desde que tenía diez años el papa Bergoglio ha vivido inmerso en el peronismo, movimiento partidario tan sólidamente asentado como para sobrevivir a un par de dictaduras. Hasta llegar a la presidencia de Macri, prácticamente todos los gobiernos han salido de esa raíz común. Setenta años imprimen carácter en una sociedad carente de otros referentes ideológicos. Y eso se hace notar.
El empeño del pontífice en remozar estructuras y procedimientos de la inmensa diócesis que ahora tiene encomendada es admirable, sin duda. Pero tomar posiciones en cuestiones tan ajenas a la misión en que se ha embarcado, como la venta de armas a Arabia, o que el Open Arms permanezca atracado en el puerto de Barcelona –“pero ahí hay que distinguir, ¿eh? No está parado por las autoridades de Barcelona, sino por el Gobierno nacional”, llegó a decir, “para qué se hace, para que se ahoguen”-, resulta más propio de la demagogia que de la ponderación.
Al manifestarse con opiniones tan simplificadoras, y por ello esencialmente discutibles, Francisco empaña otros mensajes realmente valiosos en una sociedad carente de reflexión, como la actual. Es el caso de las exigencias que la migración plantea a los países de acogida, la defensa del derecho a la vida, y otras muchas realmente propias de su misión evangelizadora.
Meterse en otros berenjenales, de los que nada sacará, seguramente no facilita las cosas dentro de su parroquia española.