Anuncia Inés Arrimadas un viaje hasta Waterloo para espetarle al loquito expresident que de república catalana, nada; que no cabe ser presidente de lo que no existe, y que su único título es el de fugado de la Justicia. Bien.
El viaje de la líder del primer partido catalán y su séquito ciudadano trae a la memoria aquel dicho de ir “por atún y a ver al Duque”, que desde hace siglos significa disimular las verdadero propósito de una decisión anunciando como primera intención lo que es secundario.
El padre Martín Sarmiento, un ilustrado benedictino nacido en Villafranca del Bierzo por el siglo XVII narra así el origen de la frase: “Cuando los señores Duques de Medina Sidonia residían en sus Estados y salían a divertirse viendo la pesca de los atunes en sus Almadrabas, concurría mucha gente, vasallos, y no vasallos de S.E., unos por verle, otros por obsequiarle, otros por todo; y casi todos por ver la pesquería, por comprar de camino algo de atún para su casa, o para traficar, así pues, debía ser la expresión: vamos a ver al señor Duque y de camino compraremos algo de atún.”
Arrimadas está en el vórtice causado en su partido por la múltiple convocatoria electoral. Rivera quiere lucirla a su lado en la lista nacional de las generales; normal. En una campaña centrada sobe los devaneos de Sánchez con los sediciosos catalanes y su absurda pretensión de amansar la fiera golpista, la imagen de la resistente Arrimadas resulta atractiva en toda España. No en balde hizo campaña en las recientes andaluzas.
Lástima que no consiguiera nada teniendo más diputados que ningún otro partido en aquel extraño Parlament, donde sus miembros cobran sin trabajar. Pudo haber socavado el suelo del nacionalismo de maneras diversas, comenzando por la moción de censura, maniobra en la que una derrota puede significar el principio de la victoria. Alguna experiencia ya hubo en la política nacional.
Su viaje a Waterloo no tiene sentido alguno si es pare ver al tunante Puigdemont; cuál sea el objetivo real no lo confesará, como no lo hacían quienes querían acercarse el Duque con el pretexto de comprar atún en sus almadrabas. En tiempos de campaña cualquier imagen puede resultar valiosa, por ejemplo para tapar otra, caso de la madrileña y electoralmente no menos valiosa Villacís, sometida al escrutinio de las sociedades de conveniencia.
Pero lo que le gustaría a Rivera para llevar a su lado no suscita clamores de entusiasmo en el partido. Su papel está en Cataluña, ha dicho firme el secretario general Villegas. Claro que en Cataluña nada impide que juegue otro papel, como encabezar la candidatura al Congreso, posición vacante si realmente Girauta se presentara por Toledo.
De ese modo, durante unos años Rivera podría contar con la imagen de Arrimadas, tan potente como la de cualquier otra cercana compañía.
Y a todo esto ¿siguen vigentes las primarias en el partido anaranjado?