No tiene que ver con la política, la patria se siente. Son vivencias, hogar, familia, amistad, valores, anhelos compartidos y el respeto por las diferencias; todo un mundo interior, subjetivo, que restalla ante el ondear de una bandera o los ecos de una música familiar.
También dignidad, solidaridad entre iguales, sistema de libertades, justicia garantizada por las leyes y el instinto de unión ante un peligro.
Todo eso manifestaban ayer doscientos mil españoles en su peregrinaje a la plaza de Colón. Muchos lo vivimos en un tren de cercanías atestado de gente diversa, jóvenes y mayores, familias enteras con bebé incluido, todos con aire festivo en una mañana de invierno yendo a reclamar su derecho a expresarse en las urnas.
Urnas ya, hartos de falacias y cambios de rumbo sin horizonte cierto. Indignados por tratos ocultos y la seguridad jurídica amenazada. Amedrentados por la incompetencia del presidente para llevar a buen puerto el gobierno de la Nación.
El texto leído por tres periodistas, la llamada sociedad civil, expresaba la determinación de no renunciar a la igualdad ante la ley, la solidaridad y la libertad, y alertaba sobre el riesgo en que Sánchez está poniendo esos tres pilares esenciales de nuestra convivencia, “haciendo peligrar así la obra de millones de españoles que, esforzándose por entenderse, nos legaron una de las democracias plenas que existen en el mundo.”
En el fondo, por encima de aplausos, vivas y demás exaltaciones propias de la situación, allí se recitaban principios constitucionales como el de la soberanía nacional “Es el pueblo y sólo el pueblo el que tiene en su mano la decisión sobre el futuro de nuestra nación… Nadie más está legitimado para decidir qué es España y, mucho menos, qué puede dejar de ser España. Ningún gobierno está legitimado para negociar con la soberanía nacional, sino que está obligado a guardar y hacer guardar la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico.”
Torra puede decir que la concentración fue un fracaso, como Sánchez arguyó que así es como se divide España, o la delegación del Gobierno que allí se juntaron cuarenta y cinco mil ciudadanos; todo ello está en las coordenadas de cada cual.
El nada honorable president ve arruinada su causa por el clamor ciudadano de una capital de personas libres e iguales, que no sabe de chantajes ni adoctrinamientos. El otro presidente resulta patético mintiendo una vez más sobre su lealtad al gobierno anterior, después de haber coartado la aplicación del 155 en su dimensión adecuada.
Y en cuanto a la tópica discusión sobre el número de asistentes, basta conocer el aforo del Bernabeu y vivirlo, para deducir que las calles madrileñas más que duplicaban el número de asistentes a una final de Copa en el estadio de la Castellana.
En fin, fue una mañana alegre de ciudadanos con ganas de vivir en común un futuro mejor para su patria.