A cada pavo le llega su Nochebuena, que dicen en Colombia. Antes don Quijote había sentenciado que su San Martín le llega a cada puerco; el pavo acababa de entrar en Europa y Dios sabe si Cervantes tuvo ocasión de conocer al bicho que un jesuita se trajo de México. El caso es que el final de las desgracias de Venezuela parece ya cercano. No será una transición fácil pero Maduro parece ya maduro.
Deja el sucesor del golpista Chávez una sociedad partida, víctima de la hambruna, la corrupción, la represión y la demagogia del populismo postcomunista que ha respirado durante dos décadas. Conducir a treinta millones de venezolanos hacia un mundo de libertades, justicia, igualdad ante la ley y respeto al pluralismo no será menos difícil de lo que fue la travesía del desierto que Moisés impulsó hace cuarenta y cuatro siglos.
Aquellos cuarenta años que los judíos gastaron para alcanzar la tierra prometida habrán de cumplirlo los dirigentes democráticos en no más de un par de años. Mucha hambre física han de saciar, pero también mental para despabilar los restos calcinados de la dictadura. Y determinación para limpiar el país de los comandos castristas que controlan desde la sanidad hasta la inteligencia de la seguridad y fuerzas armadas.
De cumplirse lo que ya parece irreversible, el cambio en Venezuela abrirá la disolución de las satrapías cubana y boliviana, y el régimen de Daniel Ortega y su pareja comenzará a cuartearse. Hispanoamérica se vería al fin libre de las añosas dictaduras sufridas desde tiempo inmemorial. Desde que el derribo del muro de Berlín se llevara por delante la derechista de Pinochet las izquierdistas han resistido la globalización y cuanto ha traído el paso de los años.
La cohesión interna es el primer reto que tienen que salvar los demócratas. Hasta ahora no lo habían demostrado y esa es condición necesaria para llevar a buen puerto una sociedad embarcada en un viaje lleno de incertidumbres. La ayuda externa al país desolado por la incompetencia del narcoestado es obligada; como el plan Marshall lo fue en la Europa devastada por la guerra mundial de los años cuarenta del pasado siglo.
Con similar cohesión y firmeza, las democracias que han reconocido la legitimidad de Guaidó tienen que enfrentar las maniobras de Rusia. La agencia Reuters informó hace una semana de la llegada de unos cuatrocientos paramilitares de la sociedad de seguridad rusa Wagner para proteger a Maduro. Y es que su caída representa un serio resbalón a la estrategia de Putin en la zona, donde lleva invertidos millones sin cuento.
La contribución española está por ver; de momento una cadena de televisión ofrece al mundo una entrevista a Maduro. La Sexta, naturalmente; que ya lo dice el refrán, es de bien nacidos ser agradecidos.