A Dios gracias, y a la sensata madurez de los españoles, nuestro país no está dividido entre derechas e izquierdas, ni siquiera entre constitucionalistas y revolucionarios, no; la fractura se ha producido entre la gente y la política. España está viviendo al margen de las cuestiones que ocupan la agenda de sus políticos. España es mucho más, más ancho y más profundo, que su Estado.
La inmensa mayoría ha aprendido a vivir al margen de la maquinaria que trata de condicionar su forma de vida y constreñir el futuro. Y cuando tiene ocasión de manifestarse sale por peteneras, sorprendiendo a propios y extraños como los andaluces hicieron hace poco más de un mes.
Es la sociedad, que vive al margen de las sandeces de Torras, la chulería de Iglesias y de un tal Ortega Smith, o de los desvaríos de un presidente mendaz y su gobierno; es la España vital con la que soñaba Ortega y Gasset en aquella famosa conferencia, “Vieja y Nueva Política”, cuando decía que había dos Españas que viven juntas y que son perfectamente extrañas:
“Una España oficial que se obstina en prolongar los gestos de una edad fenecida, y otra España aspirante, germinal, una España vital, tal vez no muy fuerte, pero vital, sincera, honrada, la cual, estorbada por la otra, no acierta a entrar de lleno en la historia.”
La España vital, no muy fuerte entonces, ha madurado al cabo de siglos de incivilidad. La Constitución del 78 hizo posible la concordia que ha permitido a los ciudadanos sobrevivir libres a embates terroristas, crisis económicas y al fétido olor de la corrupción.
Más allá del progreso vivido, esta vitalidad es uno de los grandes logros de los últimos años. El conjunto del país convive por encima de tensiones sediciosas y de maniobras antisistema como si realmente no fuera con él, y está llegando a considerar la maquinaria estatal como algo ajeno a sus quehaceres y aspiraciones.
Nada demasiado nuevo. Hace un siglo y cuatro años Ortega la describía así en aquella conferencia: “No se trata de que un Gobierno se haya apartado en un asunto transitorio de legislación o de ejercicio autoritario, de la opinión pública, no; es que los partidos íntegros de que esos Gobiernos salieron y salen, es que el Parlamento entero, es que todas aquellas Corporaciones sobre que influye o es directamente influido el mundo de los políticos, más aún, los periódicos mismos, que son como los aparatos productores del ambiente que ese mundo respira, todo ello, de la derecha a la izquierda, de arriba abajo, está situado fuera y aparte de las corrientes centrales del alma española actual.”
Algo así es lo que está pasando. Dos Españas paralelas; una en marcha, estancada la otra… ¿hasta cuándo?
Conviene conocer la propia Historia para no vernos condenado a repetirla, como desde Confucio a Napoleón tantos dijeron, pasando por Marco Tulio Cicerón, el de las Catilinarias.