“Monstruo irracional donde los amigos pueden salir cuando quieren y los enemigos, nunca”, dijo Jorge Semprún de Televisión Española en el invierno de 1988. Era Ministro de Cultura del segundo gobierno de Felipe González. TVE vivía una de sus innúmeras crisis. La directora general Pilar Miró acababa de destituir al de los servicios informativos, Luis de Benito. De Benito se había negado a darle veinte minutos del telediario a la rueda de prensa que el Presidente González dió sobre los GAL.
Yo era un brioso diputado por el CDS de Adolfo Suárez y Semprún, un lujo de aquel Gobierno socialista, sobrevolaba las pequeñas cosas que se debatían en la cámara. Por ello valoré sobremanera el breve debate que mantuvimos, cada uno desde su escaño, sobre algo en lo que estábamos básicamente de acuerdo. Es la ración de esgrima que la política parlamentaria conlleva.
Volví a verle en París, en el Café de Flore del Boulevard Saint-Germaine que frecuentaba a media mañana, cercano a su apartamento de la Rue de l’Université, no tan lejano de la casa que habitó Talleyrand. Además del ejemplar de Le Monde recién impreso, Semprún parecía llevar sobre sí el peso de sus libros y la docena de guiones cinematográficos, casi todo ello escrito en francés, y las mil y una experiencias vividas en la Resistencia, el PC del que Carrillo lo expulsó y entre medias Buchenwald, prisionero 44904, donde todo olía a carne quemada.
El Café de Flore de Sartre y Beauvoir primero, fué tras la segunda guerra mundial lugar de encuentro de la gauche comunista, luego de la nouvelle vage de Resnais, Truffaut, Godard, etc. y siempre el mejor sitio de la rive gauche para tomar un café… en su terraza y recordar tras la cristalera a todos aquellos que nunca se irán de nuestra memoria.
… Y llevamos dieciocho días perdidos.