Ocupar el centro no consiste en ponerse en medio, imagen que sugiere en unas recientes manifestaciones el portavoz parlamentario del partido de Rivera. Pensar que el centro político es echar una mano a la derecha aquí y allá otra a la izquierda es una simpleza que la gente termina por despreciar.
Y es que la sociedad actual es demasiado compleja como para definirla a través de un solo eje. Comenzando porque ya no cabe hablar de derecha o izquierda en singular; la pluralidad ha llegado a ambas orillas. Además de derechas e izquierdas hay otros ejes transversales más definitorios, como los niveles culturales, de renta, de empleo, o de religiosidad, por citar algunos vectores de la rosa de los vientos que conforma nuestra sociedad.
O de otra forma, los grados de libertad económica y libertad personal, según el norteamericano David Nolan.
El último paso por las urnas, Andalucía, ha batido los pronósticos que se hicieron en base a los precedentes, las subvenciones, la memoria histórica y el vetusto eje derecha-izquierda. La realidad hizo saltar por los aires cerca de cuarenta años de gobiernos monocolor que convirtieron la región andaluza en el gran almacén de votos socialistas.
Y pese al correctivo electoral que el sistema d’Hont propina a las minorías, las derechas diversas crecieron hasta sumar más que la suma de las izquierdas, quebrándose una muralla que parecía inexpugnable.
Pero sería una simpleza deducir que Andalucía está escorada hacia la derecha; lo que cabe intuir es que los andaluces han terminado cansados de tanto desempleo, tantas falsas promesas y tanto camelo. Y quizá, de ver las mismas caras en la pantalla que durante tantos años les ha venido adoctrinando.
Por ello hoy C’s no tiene otra salida que participar en el cambio de gobierno regional. Cómo lo haga depende de factores diversos, desde el consenso sobre un programa que llevar adelante con la decisión precisa para cambiar todo un régimen como el allí instalado durante décadas, hasta la lealtad a la voluntad expresada por la gente en las urnas… y fuera de ellas, que la abstención es otra forma de manifestarse.
El complejo de diferenciarse de los populares, razón y causa de esa pulsión por ponerse en medio, puede llevarles mañana a dar a los socialistas el gobierno de Madrid, por poner un ejemplo. O el de la Nación, como ayer apuntó Girauta, reclamando la libertad de apoyar al PSOE no sanchista. ¿Existe eso hoy, o estamos ante una futura opa de los ciudadanos a los socialistas?
Naturalmente nadie puede negar a un partido la libertad de buscarse las compañías idóneas para alcanzar sus fines. Pero mejor guiado por una brújula que seducido por la veleta de los vientos.