Los dislates y estupideces del personaje que ocupa el Gobierno y de sus servidores van subiendo de tono. La ministra Delgado urgiendo a la cuña que metió en la Abogacía General del Estado a expulsar de su destino a quien se opuso a firmar la bajada de pantalones ante los rebeldes catalanes es una cacicada de tono mayor. Insólito dentro de un cuerpo de élite de la Administración del Estado, y más aún cuando quien perpetra el atentado es una fiscal de las del uso alternativo del derecho; una ministra cogida en mentira pública entre las alcantarillas del sistema. Una persona que veremos pronto cruzar la puerta giratoria para volver de donde vino, siempre del brazo del juez prevaricador.
Pero no es el de la ministra Delgado caso único de insensatez. La de Educación que funge como portavoz del doctor chisgarabís no le anda a la zaga. Encomendar a la lealtad institucional del monigote de Puigdemont el cumplimiento de ese bodrio de Ley que ha lanzado con pompa aun a sabiendas de que las circunstancias no permitirán su implantación es para nota. Eso es tomar el pelo a los españoles, sí señor; lealtad institucional de un golpista xenófobo como tiene acreditado de su propio puño y con sus propias letras Torras … el acabose.
Claro que todo oscurece bajo la radiante luz del recochineo con el que Sánchez se ha plantado en Valladolid montando un helicóptero, un reactor y su automóvil blindado, cuando esos doscientos kilómetros podía hacerlos en AVE por cuarenta euros, en la mitad de tiempo y como responsable ejemplar de lo del cambio climático. La afición del personaje por los fastos y lujos que proporciona el poder, sobre todo el económico, es indescriptible. ¿Cómo no van a decirle desde Bruselas que lo que les ha mandado escrito en los PGE es pura filfa? Por cierto, ¿alguien recuerda lo que vendió aquí hace un mes sobre la materia?
Esto está resultando demasiado duro. Una realidad cada vez más miserable se retroalimenta a través de los medios, públicos sobre todo, generando una atmósfera tóxica, como refleja el incivismo presente en el templo de la soberanía nacional. Se comienza dando de mamar a un bebé en el escaño, o besándose en la boca dos descamisados, y termina haciéndose con las tablas un rufián.
Con su buen sentido la presidenta Pastor es la primera autoridad que ha puesto algún punto sobre la íes, aunque siempre quede la duda de por qué no llamar al pan pan y a vino vino. Fascistas no aparecen acreditados en el Congreso, pero golpista alguno hay ¿o no? Nuestro idioma común define golpista como “Que participa en un golpe de Estado o que lo apoya de cualquier modo”. ¿Dónde estaban los diputados de la Esquerra cuando aquello?