La insufrible campaña de imagen del plagiario de la Moncloa es una estupidez inocua políticamente si no fuera por el tiempo y dinero malversado, pero las misiones que como enviado plenipotenciario ha encomendado al leninista son un sin dios sólo concebible conociendo las ambiciones de ambos.
Sánchez e Iglesias, o Iglesias y Sánchez, terminarán adoptando como lema de su aventura aquel “tanto monta, monta tanto” con que los católicos reyes coronaron su alianza. Se necesitan uno al otro, como abejas y flores: las flores alimentan a las abejas y las abejas polinizan las flores. O sea, el comunista se nutre del socialista y éste depende de aquel para subsistir en su actual estado.
Está en juego la supervivencia de ambos; lo suyo es pues más que una coalición, mucho más que un matrimonio de conveniencia. Es el germen de la nueva organización del Estado que tratan de construir aprovechando las piezas que van descuajeringando del actual.
La argamasa que cimenta la estructura naciente está compuesta por mentiras, propaganda y el uso alternativo del derecho.
Está habiendo sentencias que atufan. Como también las que no está habiendo, caso del proceloso estancamiento de los procesos sobre la corrupción clientelar en la Junta andaluza.
El espectáculo dado por unos magistrados del TS con la reciente sentencia sobre la carga fiscal de la formalización de las hipotecas es un buen ejemplo de lo ridículo que puede acabar siendo la demagogia con puñetas.
¿Alguien puede pensar que si el impuesto corriera a cargo de los bancos no iban a repercutirlo inmediatamente en el tipo de interés de las hipotecas? E imagínense hasta dónde puede llegar si la sentencia tiene efectos retroactivos.
Desarbolar la legalidad propia del Estado de Derecho es un principio básico de la construcción del nuevo mundo que Iglesias predica desde que bajó de los cielos del populismo chavista. Para él, y algún miembro del gobierno socialista, el derecho es una superestructura ideológica al servicio de la clase dominante; una pieza más del juego político a ganar en favor de los oprimidos y abrir nuevos espacios al triunfo de las masas.
A eso están jugando en el Congreso; conseguir la mayoría necesaria para aprobar los presupuestos no es el objetivo fundamental de las visitas del plenipotenciario a los golpistas y algún compañero de viaje; con prorrogar los de Rajoy tendrían tiempo suficiente para seguir adelante con su operación.
Para lo que realmente reclaman esa mayoría es para desmantelar “la forma política del Estado, la Monarquía parlamentaria” -artículo primero de la Constitución-.
Ayer el Congreso tomó en consideración una propuesta de los comunistas para revisar el Código Penal y eliminar como delitos las injurias a la Corona, las ofensas a los símbolos nacionales o a los sentimientos religiosos, y también el enaltecimiento del terrorismo. Contó con 180 votos, socialistas, comunistas, independentistas y nacionalistas, frente a los 160 de Populares y Ciudadanos.
El portavoz socialista justificó así sus votos: «la libertad de expresión ha de comprender aquellas ideas que contrarían, chocan, incomodan al Estado o parte de la población, o al mismo sistema democrático«.