Como vicario de Sánchez, el diputado Iglesias Turrión visitará en la cárcel a Junqueras para conseguir su apoyo al Gobierno de España.
El interés en común que puedan tener un comunista abastecido por dos dictaduras, el jefe de una banda sediciosa en prisión y un arribista sin límites es cuestión merecedora de alguna reflexión.
Los dos primeros personajes están dedicados políticamente a descerrajar España. Y el tercero, más allá de a sí mismo, ¿a qué guarda lealtad un presidente de Gobierno ávido de apoyos; el responsable de guardar y hacer guardar la ley que suplica ayuda a un acusado de rebelión?
El núcleo pensante de la sociedad española vegeta ajeno a la realidad. Vivimos momentos de excepción que amenazan esta especie de pax romana que hace cuarenta años abrió el coraje de un pueblo para vivir en libertad.
La fortaleza de las instituciones del Estado construido por la Constitución, desde la monarquía parlamentaria y la separación de poderes hasta las obligaciones y derechos ciudadanos, está sometida a tensiones cada vez más intensas.
Y en este panorama nacional, quienes no se sabe qué pretenden hacer con el país se permiten el lujo de tildar de desleales a quienes ante nuestros socios de la Unión explican lo que pasa.
Lealtad… Si esto sigue en pie, quizá dentro de un par de generaciones los futuros responsables de la cosa pública sepan algo más sobre la lealtad. Ayer se produjo una noticia positiva: una comisión del Congreso aprobó una proposición de ley para introducir tres cursos de filosofía en la enseñanza secundaria. Así, además de los trucos para trepar por las organizaciones partidarias, podrían tener alguna idea de lo que sobre la Lealtad nos dejaron los padres de nuestro pensamiento.
Que la lealtad exige confianza mutua, por ejemplo. Platón ya decía hace veintitantos siglos que la lealtad de los ciudadanos con la polis era un ideal, sólo un ideal, porque los poderosos serían leales entre sí, como el resto con sus congéneres.
Lealtad a qué ¿a la patria? Hace sólo un siglo otro filósofo, Max Weber, enseñaba que el patriotismo es la virtud cívica que nace de la adhesión emotiva y racional a un sistema político nacido del acuerdo de una comunidad.
Lealtad con la patria significa cumplir las leyes que garantizan los derechos y hacen posible las libertades. Eso es lealtad; lo otro, felonía.
Y estupidez la del ministro Borrell, una más, cuando dice: “aquí tenemos una libertad de expresión tan amplia que permite quemar la bandera nacional o la imagen del Rey”. Tremenda lealtad a los símbolos e instituciones de nuestra Patria.