Sánchez da alas a los facciosos

Ataque a la policía autónoma

El diálogo con los independentistas catalanes que prometía Pedro Sánchez ha traído la violencia que ayer colapsó la normalidad en diversos puntos de Cataluña. Escenas tercermundistas protagonizadas por revolucionarios de pacotilla, rebeldes sin otra causa que la provocación, han mostrado al mundo la incapacidad política del Gobierno de una nación europea. Un Gobierno que ha tenido la habilidad de transformar a sus interlocutores en facciosos.

Un gabinete en descomposición interna que ha generado toda suerte de fracturas. Sobre la preexistente en el conjunto de la sociedad catalana asfixiada por una minoría golpista, se amontona ahora la creada dentro de las propias filas de los insurrectos. La violencia es ya multipolar.

Al impresentable presidente de aquel desgobierno autonómico no le soportan ya ni los CDR a quienes alienta a pegar más fuerte. Un día de estos su pellejo será exhibido como felpudo a los pies del forajido que vive sus últimos días de gloria en Waterloo reclamando ahora moderación, visto dónde están llegando las cosas.

Sánchez está en el aire; los cirineos que le prestaron sus espaldas para asaltar el banco azul le están cobrando caro su concurso, y tanto debe que no puede moverse. Catalanistas insurrectos, oportunistas euskaldunes, comunistas a la violeta y deshechos de tienta varios marcan la pauta de un Gobierno que se dice socialista.

El Secretario General del Partido, además de Ministro de Fomento, decía hoy tras lo sucedido en Cataluña que las incitaciones a la violencia del tal Torra son sólo palabras en las que no merece la pena entrar porque el Gobierno sólo actúa frente a hechos. Los cortes de las vías ferroviarias de alta velocidad, de autopistas, de calles ciudadanas no son hechos para Ávalos, el responsable socialista que sale a cubrir los silencios del Presidente.

Los asaltos con violencia a establecimientos públicos, la afrenta a las banderas nacional y europea arrojadas a la calle, la paliza a un miembro de las fuerzas de seguridad, el terrorismo -que eso significa crear un clima de terror ciudadano- no son hechos para el Gobierno del doctor Sánchez -la UCJC sigue sin decir nada sobre su cum laude- muy ocupado en celebrar en su residencia un extemporáneo homenaje a la colaboración francesa en la derrota del otro terrorismo, el etarra.

Lo de Cataluña es más que un mero conflicto político, y su solución no puede ser la derrota del Estado. Sus guardianes –guardar y hacer guardar…– y demás valedores del sistema constitucional vigente, tienen a su disposición para impedirlo múltiples medios a su alcance más allá de un diálogo imposible. Restablecer la libertad del conjunto de los españoles no pasa tanto por improvisar más leyes como por cumplir las ya vigentes.

Pablo Casado ha puesto la mayoría popular en el Senado a disposición del Gobierno, que es quien debe instarlo, para aplicar el artículo 155 de la Constitución, y ahora en serio. ¿Qué más esperan Sánchez y su partido, los socialistas? Cuando los conflictos políticos no se resuelven políticamente acaban judicializándose, que es precisamente lo que achacaban al gobierno anterior.

En un excelente artículo sobre el tema publicado en “El Mundo”, el catedrático de la Universidad de Barcelona Félix Ovejero escribía: “Yo también creo que estamos ante un conflicto político, el de la Ilustración frente a una de las variantes del pensamiento reaccionario, la más clásica. Asumido ese diagnóstico, ahí va una lista (parcial) de soluciones políticas, de izquierdas, por precisar: recuperar las competencias en educación, acabar con las embajaditas, poner a los mossos a las órdenes de Interior y denunciar a TV3 por delito de odio cada vez que corresponda -esto es, cada día- y, sobre todo, crear diseños institucionales que nos eviten depender a todos de unos pocos que se despreocupan por definición del interés de todos”.

Fin de la cita. ¿Lo veremos pronto, o seguirá desguazándose la Nación?

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Posted lunes, octubre 1st, 2018 under Política.

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