“Gobernar es desbloquear la crisis entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña”. Lo ha proclamado desde Nueva York donde asiste a la Asamblea de Naciones Unidas y, acompañado de su cónyuge, se fotografía con el presidente y primera dama norteamericanos. Lo de menos es el trajecito de dos mil y pico euros de la señora de Sánchez, lo más es la equiparación del Gobierno de la Nación con el de la Comunidad Autónoma catalana. España y Cataluña de tú a tú…
Escuchar al doctor Sánchez -¿nada que alegar la UCJC?- es como oír la flauta tocada por el borrico que la encontró por el campo; todo suena a casualidad. Improvisa sentencias que son meros eslóganes publicitarios, como aquello de “somos un gobierno sin hipotecas; hemos venido a limpiar España y vamos a limpiar”.
Lo dijo en NY antes de añadir que lo suyo es “luchar contra la corrupción y luchar por el buen nombre de personas como la ministra”. ¿De verdad cree en el buen nombre de Lola Delgado, la fiscal que compartía mesa con el prevaricador Garzón y el presunto Villarejo?
Demostrar que este gobierno sea realmente “autónomo y libre de hipotecas” va a resultar harto complicado cuando no hay semana en que uno de sus miembros resulte piedra de escándalo ante la que no parece dispuesto a seguir esmorrandose Iglesias Turrión, su principal valedor. Ya ha puesto cara de asco ante el afer de la ministra Delgado, ¿qué hará ahora ante las habilidades fiscales del ministro Pedro Duque?
En su rueda de prensa, el astronauta no ha podido ser más confuso y elusivo, ni estar más nervioso. La sociedad no tiene ingresos, ni gastos, pero la alquila a terceros -¿gratis?-; la casa ya era nuestra cuando constituimos la sociedad, pero la constituyeron cuando al comprarla le aconsejaron que lo hiciera a través de una sociedad… en fin, un lío del que no saldrá vivo.
¿Qué necesidad tiene un señor con el prestigio que Duque ha tenido, hacer el don Tancredo ante un problema tan antiestético, dudoso, feo? Y van cuatro, en cuatro meses cuatro.