Catilina, hace dos mil doscientos años, también trató por tres veces ganar unas elecciones a Cónsul de la república romana. Inútilmente; no tuvo ocasión de mandar como quería ni siquiera tras la segunda conspiración en que se embarcó disfrazado de populista con el fin de encumbrarse como dictador. Cicerón lo fustigó en el Senado con piezas oratorias que quedaron grabadas en el bronce de la Historia.
“¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?” comenzaba una de sus Catilinarias, convertidas en fuente histórica sobre la ambición y desmanes del personaje. Viendo lo que estamos viviendo no resulta difícil recordar aquellos episodios que acabaron dando al traste con la República Romana, treinta y tres años después de la muerte de Catilina.
¿Hasta cuándo podrá Sánchez seguir agraviando la convivencia conquistada durante las cuatro décadas de democracia constitucional? No hay día sin escándalo. El último es el asalto a la división de poderes en que se ha embarcado con una alevosa argucia cometida con nocturnidad en una comisión del Congreso.
Mientras él, “yo soy el presidente del Gobierno y haré lo que quiera en la Cámara”, salió del Congreso sin atender a nadie, visitó privadamente el salón del Trono de la ampliación del Museo del Prado, compartió un paseo por los jardines de Moncloa con un grupo de invitados en una publicitaria jornada de puertas abiertas de la residencia presidencial, y tomó el avión para salir del país.
La situación no está para bromas; los sediciosos están volviendo a encender Cataluña sin que el poder Ejecutivo reclame el cumplimiento de la ley y la haga cumplir, como prometió hacerlo. Las ocurrencias impulsadas por un ridículo afán de novedad están causando estragos como el de los treinta y cinco mil empleos puestos en el aire por la condena del diésel, o caer en el ridículo universal al hablar de aviones sin saber la diferencia entre billions y billones.
La ministra de Educación renuncia a la defensa de la cohesión nacional y el ministro mejor recibido gasta tiempo y esfuerzos de su ministerio de asuntos Exteriores en el reconocimiento del Estado Palestino al margen de la UE mientras desatiende la defensa del propio territorio, caso del aeropuerto gibraltareño, o en general, de los intereses nacionales en la última colonia existente en suelo europeo.
La amenaza de una subida de impuestos para pagar la campaña electoral del señor Sánchez es un atentado a todas las reglas comúnmente aceptadas de la política económica, un paso regresivo en la tímida liberación de los recursos sociales del país apenas iniciada.
¿Hasta cuándo el sr. Sánchez podrá seguir abusando de la paciencia de los ciudadanos españoles? Él no se va a cansar de hacerlo; asaltó el poder y lo defenderá contra tesis, libros y discursos fusilados que se le pongan por delante.
La responsabilidad es de la oposición. La política parlamentaria no son juegos florales; es la confrontación de ideas e intereses diversos en un marco tan civilizado como radical puede llegar a ser la defensa de la propia dignidad y hasta de la vida.