Ahora ya se sabe el porqué del retraso de veinticuatro horas para levantar el secreto que pesaba sobre la tesis de Pedro Sánchez. Era el tiempo necesario para darle una pasada amiga por el Turnitin y el Plagscan y adelantar que el plagio se reduce a un 13% o a un 0,96%, respectivamente, de otros trabajos universitarios.
Poco serio parece ese escaneo que tan dispares resultados ofrece; el 13 por ciento sería un pecado venial, pero ¿qué saldrá cuando se someta a escrutinio frente a lo publicado en informes y presentaciones ministeriales, artículos de ICE, presentaciones del ICEX, Wikipedia, etc., es decir, escritos no universitarios?
Esto acabará como el rosario de la aurora, aunque la verdad sea dicha a estas alturas poco importa que Sánchez plagiara o no su trabajo, fuera examinado por un grupo de amiguetes, incluso en algún caso colaboradores, o le dieran la máxima nota por una tesis que nadie se atreve de calificar de valiosa, interesante o simplemente correcta.
Interesa realmente tan poco como la exhumación de los restos del fundador del Valle de Caídos con que el Gobierno sigue mareando a la opinión pública. Ni la tesis de uno ni la momia del otro son en sí mismos problemas que afecten a la vida cotidiana de los españoles. Lo que sí importa, y debería preocupar a todos los dirigentes sociales, es la atmósfera guerracivilista que está ajando la convivencia de los españoles.
Cuando la portavoz de Sánchez afirma que con el escándalo de la tesis se quiere “abatir al Presidente” está utilizando una imagen bélica que no viene a cuento, tan indeseable como los insultos que las redes sociales albergan contra los discrepantes.
Y qué pensar cuando al propio Presidente le ciega la rabia hasta el punto de no acertar a concluir su réplica al parlamentario que le puso en el brete de mentir, y desde su escaño espeta al opositor aquel “os vais a enterar”.
Los servicios de la presidencia han aplicado la teoría de que el que da primero da dos veces al comunicar que plagió aunque poquito; pero la mentira flagrante de que la tesis estaba al alcance de todo el mundo en el repositorio universitario correspondiente no la podrán tapar con los métodos ordinarios. Confiemos en que no recurran a otros.
Este equipo gubernamental se siente amenazado de muerte –“abatir”-, y en ese estado sus reacciones pueden dejar de ser normales, es decir democráticas, civilizadas.
Por nuestra seguridad, la de todos, convendría volver a contar los votos. Cuanto antes.