Supongamos a Sánchez instalado en la Moncloa y que la sentencia de los ERE se libra del rebujito y le cae sobre sus dos predecesores en la jefatura del PSOE. ¿Dimitirá, o dará ocasión a Iglesias para saltar a las estrellas con otra moción de censura?
Realmente lo que está pasando es difícil de comprender. De los populares nada nuevo se sabe; en vísperas de un juicio de desahucio, al equipo no le llega la camisa al cuerpo. Rajoy se defenderá con el cuchillo en la boca y o cae en la refriega o deja al candidato Sánchez para el arrastre.
Más allá de otros méritos, está bastante claro que Rajoy acumula suficientes impagos como para ser llevado a juicio de desahucio. El procedimiento, que tiene por objeto la recuperación por el arrendador de la finca dada en arrendamiento, La Moncloa en este caso, requiere del arrendador oportunidad y títulos suficientes para revertir la situación.
El socialista ha salido en falso tras el primer Gürtelazo. La corrupción y el golpe no son privativos de nadie. Con el techo de cristal andaluz y su negativa a aplicar el 155 sobre el púlpito de los sediciosos, TV3 y demás, tiene poco espacio para desplegar su ofensiva.
Todo se reducirá a improperios de alcance más personal que político; ya lo hizo en aquel debate televisado en la campaña electoral del 16: “usted no es una persona decente”. En ese juego nadie gana, todos pierden.
Pero con 85 diputados ¿adónde y con quién quiere llegar? No se conoce el precio a pagar por Sánchez para hacerse con la finca. Ni se conocerá, dado el pelaje de sus socios eventuales, la mayoría empeñados en desguazar el país empezando por el Estado.
Además ¿con qué margen de maniobra cuenta para poner en marcha su anunciada agenda social, con la caja cerrada por los presupuestos del Estado aprobados con su voto en contra? Son las cosas a explicar en una moción de censura constructiva, como es la nuestra: el programa.
Lo despachó ayer con un bajonazo ante los diputados socialistas: estabilizar la vida del país y convocar elecciones. No parece que así se consiga lo primero. De momento los mercados nos han aplicado un serio correctivo, y algo significan ellos en la vida del país: la confianza, el empleo, pensiones, hipotecas, etc.
Y para convocar elecciones bastaba con negociarlo, como hacen los políticos con fundamento ante las cosas importantes para la Nación. “Consensuemos todos juntos la censura necesaria”, decía Sánchez a los suyos en el Congreso; ¿por qué no consensuar todos juntos una salida segura a la crisis?
En fin… después de haber pasado media legislatura sin pena ni gloria, este hacerse notar asustando a la peña es síntoma inequívoco del “síndrome Ronaldo”, descubierto el pasado sábado en el estadio olímpico de Kiev.