Y menos mal. Rubalcaba en la secretaría general del partido socialista será más incómodo para los populares, pero mejor para España; lo otro era una aventura, un salto sin red. Paradojas del destino: el vicepresidente más connotado de Zapatero ha sido encargado por el Congreso de enterrar el zapaterismo. Punto final.
Lo de Chacón fue ayer un dolor; con infinita mala uva su contrincante le agradeció su discurso, un insólito mitin, nada dentro como acostumbra, que soltó en el sitio y momento equivocados. Ni un punto para la reflexión, ni siquiera orientador del rumbo que se supone querría seguir. Así contribuyó al triunfo del que tantos daban por perdedor, el Rubalcaba que tras la tremenda derrota del 20-N, representaba como pocos la triste imagen del perdedor, tan poco querida por los votantes.
El nuevo secretario general rompió todas las líneas de su contrincante; sin piedad. Dedicó su hora a captar los votos que quizá no tuviera seguros, bailando el agua a los andaluces, y lo que fue más meritorio, yendo de frente contra las aspiraciones confederalistas que siempre alientan entre los socialistas catalanes. Era una jugada de éxito; de los delegados compañeros de Chacón tenía tan poco que esperar, como mucho de los castellano-manchegos, valencianos y de los propios anfitriones, la federación andaluza cuya mayoría se adjudicaba a la joven Carmen.
El personaje se adornó con extrema demagogia frente al gobierno de los populares; se lo pedía su público, el que tenía que ganar y se ganó. Y aprovechó la ocasión para pronunciar el primer mitin de las próximas campañas andaluza y asturiana: las pensiones, la educación gratuita, la seguridad social, en fin, todos los elementos del estado de bienestar están entre nosotros por obra y gracia de los gobiernos de González y Zapatero. Ni más ni menos.
Y curiosamente ambos se concedieron permiso para meterse con la iglesia católica, viejo atavismo que parecía definitivamente superado. La mercadotecnia desde la oposición puede superar cotas insospechadas que el poder no puede alcanzar.
Queda pendiente el relato, el programa, pero por el momento los socialistas han resuelto el primer problema puesto sobre el tapete. Qué ha dividido en dos al partido es algo sin respuesta. A partir de ahora viene la recomposición de los órganos periféricos. De ese proceso depende el futuro de la oposición.