Ciudadanos ha ganado las elecciones en Cataluña; sin matices. Más de tres puntos y medio, 150.000 votos, sobre el segundo clasificado no admiten discusión. Pero su triunfo no se ha visto secundado por los resultados de los otros dos partidos que hubieran podido articular una mayoría de gobierno respetuosa con la Constitución.
Los llamados constitucionalistas han aumentado su peso notablemente, hasta alcanzar un 43,5% de los votos gracias a C’s, pero no lo necesario para superar a los independentistas que, sumando un 43%, contarán con el concurso del 7,4% de CatComú-Podem.
El triunfo de la candidatura encabezada por Inés Arrimadas ha superado múltiples obstáculos, todos salvo el de la Ley electoral vigente en Cataluña desde 1980, que Tarradellas firmó con el carácter de transitoria para las primeras elecciones y continúa vigente pese a la reforma que impone el Estatut. Baste el siguiente dato: un escaño representa 48.000 votos en Barcelona y sólo 21.000 en Lérida o Gerona.
Lo que el astuto político impuso tratando de frenar a la izquierda previsible en la Gran Barcelona y favorecer el nacionalismo templado de la Cataluña rural, se ha convertido con el tiempo y la indoctrinación del pujolismo convergente en una plataforma independentista, como las urnas ayer abiertas han ratificado.
Mientras en la provincia de Barcelona C’s superó en 6 puntos, 200.000 votos, al segundo clasificado, ERC en esta circunscripción, y en 250.000 a JpC; estos últimos obtuvieron 60.000 votos más que C’s en la de Gerona.
Por encima de todo ello hay un par de cuestiones relevantes como marcadores de tendencia. La primera es que, salvo Gerona, las capitales de provincia no son independentistas, como tampoco se manifiestan así los electores de las grandes ciudades. El independentismo, pues, no es fuerte en los sectores más dinámicos de Cataluña.
La segunda, el retroceso claro de las dos fuerzas situadas en el extremo izquierda, CatComú-Podem y CUP, que hoy representan el 11,9% del electorado frente al 17,1% que registraron hace dos años. No es una pérdida menor, sobre todo la de los anarcos, que han quedado reducidos a la mitad.
De la misma forma que los datos revelan el trasvase en cascada del electorado del PP hacia C’s, el de la CUP parece haberse decantado por la lista de Puigdemont, algo muy propio tratándose de una fuerza antisistema.
Y así, pasado el 21D, Cataluña y el resto de España queda pendiente del regreso del artífice del follón que las urnas no han sido capaces de cerrar, presas como están de la ley electoral que falsea la voluntad de una sociedad y convierte en ganador a un perdedor ausente de juicio; al chalado que ayer proclamó la victoria de su republiqueta sobre la monarquía del 155.