En los últimos tiempos el nivel de la gente dedicada al noble arte de la política, aquí y fuera de aquí, es lamentablemente exiguo. Excepciones hay, contables todas ellas con los dedos de una mano. Sería de enorme interés un estudio profundo sobre las causas de la degradación que sufre el ejercicio de la política en nuestro mundo occidental.
Aquí hay casos que superan lo esperpéntico; ahí están los golpistas catalanes. Se han erigido en auténticos maestros del surrealismo: lo de Puigdemont supera al José Luis Cuerda de Amanece que no es poco, y ni Groucho borracho de vino podría imaginar tantos dislates.
Pero sin tanto relumbrón circulan por los micrófonos y pantallas personajes como el socialista Sánchez, de talla no menos chata pero desmedidas ambiciones. Ha tardado en emborronar su foto en el balcón constitucionalista justamente las semanas que cabía esperar.
Sobre el PSOE se cierne la sombra del problema que hubo de enfrentar hace trece meses cortando las alas a su secretario general, que es el mismo que hoy marca la deriva del partido.
Todo en ella es un cúmulo de contradicciones. Denuncia a Colau como separatista pero la mantiene en la Alcaldía de Barcelona, como en Madrid hace con la corte podemita de Carmena al tiempo que impugna concejales y presupuestos. Y la emprende contra los Ciudadanos de Rivera aunque ellos sean el sostén de Susana en la comunidad andaluza; ¿o acaso será por eso?
Pero por si ya no hubiera problemas, los sediciosos se hubieran domesticado y los catalanes aprendido la lección, Sánchez trata, por segunda vez, de resucitar aquel Pacto del Tinell en el que en el 2003 pactaron con separatistas y comunistas el aislamiento de los populares. Iceta habrá de mantenerse lejos de C’s, porque es la media naranja del PP, ha dictado.
Pinados así los bolos, como se dice en mi tierra, ¿cabe esperar alguna buena nueva tras el 21-D? ¿De qué bloque constitucionalista se habla si el PSC está en no se sabe qué transversalidad?
También éste de los socialistas es tema del que extraer consecuencias a la hora de pensar en el futuro, más que catalán, de toda España.
Hace pocos días uno de nuestros pensadores más certeros, Fernando Savater, nos brindaba desde Guadalajara, México, el pensamiento siguiente: “Una persona libre nunca se pregunta esto que oímos siempre ¿qué va a pasar? Las personas libres tienen que preguntarse ¿qué vamos a hacer? Porque pasará lo que dejaremos que pase. Nadie vendrá a salvarnos de ninguna parte”.
Ojala lo lean o escuchen todos los españoles.