Dejando bien sentado que los culpables de los crímenes yihadistas son los criminales yihadistas, obviedad que hay quien se salta a la torera, tal vez sea la hora de desbrozar de la realidad la propaganda con que los sediciosos han querido dar un paso más al frente de su ensoñación secesionista.
Dicen éstos y cantan sus corifeos que Cataluña ya está lista para defenderse sin necesidad de ayudas; que los Mossos se bastan y sobran para asegurar el orden y las vidas de los catalanes.
Y habrá quienes se lo crean después de haber visto cómo en media semana los terroristas están muertos o a buen recaudo declarando en la Audiencia Nacional: nuestros mozos han logrado contraatacar mejor que muchas otras policías del mundo, ¿qué más necesitamos?
Pero pasado el subidón del éxito represor el pendón de los Mossos ha comenzado a deshilacharse porque, efectivamente, contraatacar lo han hecho, y de forma expedita, pero ¿qué decir de la prevención; acaso no es ésta el arma fundamental en cualquier política de defensa?
Un imán que aquí campaba a sus anchas pese a sus antecedentes penales, reclutaba muchachos para el terror en un pueblo barcelonés sin que los Mossos olieran la que se estaba armando. A la policía belga le bastaron unas pocas semanas para considerarlo sospechoso de lo peor. Ya hace un año llamaron a sus colegas de Cataluña ¿quién iba a saber mejor que la policía de proximidad catalana la condición de aquel sospechoso? Baldío trámite, los Mossos respondieron… nada.
Explosiona una casa, dos muertes, la juez que se persona alerta sobre la acumulación de bombonas de butano y otras sustancias susceptibles de ser utilizadas para montar la de Dios es Cristo, pero los Mossos le dicen que no sea exagerada…
¿Realmente alguien en sus cabales puede pensar que la acumulación de ciento y pico bombonas llenas de gas en un pequeño chalet rural carece de trascendencia, la que sea, terrorista o simplemente fiscal?
El caso del imán demuestra hasta qué punto la policía autonómica catalana carece del servicio de Inteligencia imprescindible para detectar y prevenir tragedias como la vivida. La capacidad de digerir y procesar la información de áreas de potenciales conflictos no está al alcance de todo el mundo. Lo ocurrido en Cataluña es, lamentablemente, buena prueba de ello. Agencias como la CIA, el FSB ruso, los MI5 y MI6 británicos o nuestro CNI no se montan en un verano. Los mozos catalanes podrán tener información cumplida sobre los objetivos que se hayan fijado –terrorismo, narco, blanqueo, etc.- pero ¿han sabido analizarla, han alertado a sus autoridades?
Pero el otro caso, el de las explosiones en la casa de Alcanar en que unos okupas acumulaban gas y acetona entre otras sustancias revela que tampoco la mera información es su fuerte. Y si, una vez sobre el terreno le espetan a la jueza que sugiere que aquello olía a terrorismo “Señoría, no exagere”, cabe colegir la falta de la inteligencia precisa, ésta con minúscula, para deducir lo evidente de hechos tan aplastantes como la acumulación de bombonas de gas en una pequeña vivienda.
Bastan estos dos ejemplos para poner en su sitio la capacidad de la Generalitat para salvaguardar la seguridad de Cataluña y la libertad de sus ciudadanos. Y, sobre todo, de su insensata cerrazón a recibir ayuda de quien puede hacerlo: los órganos del Estado al que pertenecen.
Eso sí, en aras del interés general de sus administrados se han apresurado a confirmar que el 1 de octubre habrá referéndum. ¡País!