El partido de los socialistas, con Sánchez y sin Sánchez, sigue manteniendo al frente del Ayuntamiento de Madrid a una tropa impresentable. Carmena y sus podemitas están más interesadas en dar la bienvenida a unos refugiados que no quieren venir, o a los gays y lesbianas del mundo occidental, que en conmemorar la derrota del terrorismo etarra. Porque de esto último va el recuerdo del asesinato de Blanco.
Muchas guindas hay que echarle al pavo para argüir que aquella manifestación que hace veinte años congregó a millones de españoles –aquello sí que fueron millones- no merece ser recordada; Blanco es para esta gente una víctimas más y no conviene, dicen, distinguir entre unas y otras. Repugnante argumento si por debajo se ampara a los etarras, que es de lo que va.
En la fachada de la casa consistorial que ha mantenido durante años un estrambótico “refugees welcome” y en las últimas semanas la cursi bandera multicolor del “Orgullo Gay”, no hay espacio para recordar a aquel mártir de la convivencia en libertad.
El aguante del pueblo madrileño parece no tener límites. Soporta como quien oye llover la ínfima calidad de la mayoría de sus concejales, tanto profesional o intelectual como ética o estética; el cosido y descosido de sus viales, calles que cierran y abren a golpe de intuición caprichosa; la codicia recaudatoria con que pretextan organizar el tráfico; la carencia de control de ruidos y otras contaminaciones, y un etcétera tan largo como el hartazgo de los ciudadanos.
Pero la capital no es víctima aislada de los desmanes municipales a cargo de sus regidores. Ahí está el de Pamplona, izando en su balcón la ikurriña, símbolo de la invasión del radicalismo vasco que sufre la comunidad navarra. Y qué decir del de Barcelona, donde la señora Colau baila la yenka al son de la convocatoria de ese referéndum con el que la burguesía catalanista pretendía salvar de la cárcel a sus representantes políticos y hoy les quema como patata caliente.
O de los millares de euros que gastan los de Cádiz y Zaragoza, podemitas con apoyo socialista en ambos casos, en quitar escudos tachados de franquistas con el ardor que tiempos atrás se infamaban las armas familiares de caídos en desgracia.
De entre las reformas electorales no estaría de más el hacer mayoritario el sistema para los municipios. Sus regidores estarían más pendientes de atender las demandas ciudadanas y procurar la libertad y bienestar de sus vecinos que de monsergas de baja política como hoy hacen en demasiados casos. Demasiados.